Aquella pequeña, bella, limpia, silenciosa y agradable ciudad de la esquina sur oriental de Andalucía, no tan caliente en el verano ni tan fría en el invierno, es ideal para los viajeros entre otras cosas por que sus turistas no se notan pues allí habitan desde la antigüedad gentes diversas, como en Cali; pero mientras ellos saben convivir aquí apenas están aprendiendo. Recuerda Arturo Pérez-Reverte, cartagenero él, en su Una historia de España, 2019 (p. 13) lo dicho por Federico García Lorca: “El español que no ha estado en América no sabe qué es España” de donde es posible afirmar que colombiano que no ha recorrido Andalucía, Extremadura y Marruecos no sabe qué es Colombia.
Probablemente fue la semejanza de la bahía de Cartagena de Indias y la seguridad que brinda, con la más pequeña de la Cartagena de allá lo que llevó al nombre de la de acá, cuyas fortificaciones y murallas, casi contemporáneas, son mucho más extensas y grandes, principiando por el castillo (que no fuerte) de San Felipe de Barajas, el más grande del Imperio Español, pero allá hay importantes ruinas romanas como su teatro, cuyo museo adjunto fue proyectado por Rafael Moneo a partir de un edificio existente. Pero mientras allá conservan con orgullo el patrimonio construido de finales del Siglo XIX y principios del XX, como el Palacio Consistorial y otros más, en Cali se lo destruyó casi todo.
El agua de la bahía de Cartagena, que allá es fundamental y que recuerda a la de acá, como también a la más pequeña pero igualmente bella de Portobelo en Panamá, es lo que le falta a Cali y no apenas la de sus siete ríos, principiando por el río Cauca, totalmente desaprovechado desde mediados del Siglo XX. Hay que insistir en un amplio lago en un gran parque en la actual Base Aérea, que recuerde los meandros y humedales que hubo al oriente de Cali como se pueden ver en fotos de hace años, y en pequeños embalses en los ríos que bajan a la ciudad antes de que lleguen a ella; serían bellos parques urbanos y podrían generar energía hidráulica y controlar sus crecientes.
El tamaño de Cartagena, la de allá, como el de La Haya, ciudades pequeñas pero grandes, deja en claro que el problema básico de Cali es su tamaño y sobretodo la rapidez con que ha llegado a él y cómo sigue extendiéndose. De ahí insistir en la conveniencia de utilizar sus nuevas localidades de su actual categoría como Distrito Especial, para consolidar ciudades dentro de la ciudad con centralidades peatonales, como en realidad lo son aquellas especialmente Cartagena, lo que es más que evidente viendo su plano y recorriendo su centro antiguo rodeado de edificios bajos que no lo comprometen, como sí pasa en Cali en donde lo han invadido torpemente destruyendo su patrimonio construido.
Y sin duda todo lo anterior tiene mucho que ver con el comportamiento de la gente en cada una de estas ciudades, y basta con comparar el de Cali con el que se da en sus pequeñas y medianas ciudades vecinas. ¿Será que en Cartagena sus visitantes se comportan en sus calles como si vivieran allí, y los que allí viven como si la estuvieran visitando? Lo que confirmaría lo dicho arriba en el sentido de que su centro histórico es como una ciudad dentro de la ciudad a la que acuden a trabajar los que habitan en sus nuevos barrios en las diferentes actividades turísticas, administrativas, educativas, militares y recreacionales concentradas en su centro junto a esa bahía que lo explica todo.
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