Difícilmente se podrá
planificar una ciudad, que crece tanto y tan rápidamente como Cali, con
alcaldes que cambian cada cuatro años y elegidos por una mínima minoría, pues
la mayoría se abstiene, y a base de clientelismo y mermelada, y por sus
propuestas populistas e improvisadas. Ojalá hubiera un candidato con una sola:
someter a una consulta popular un Plan Básico Regional a largo plazo, que
genere todos los proyectos posteriores a realizar, urbano arquitectónicos,
económicos, sociales, educativos y culturales, los que el Consejo se encargaría
de hacer cumplir a los siguientes alcaldes y de hacerles periódicamente las
correcciones necesarias.
Respecto a lo
urbano arquitectónico ya hay una propuesta realizada por un grupo de
profesionales adjunto a la Sociedad de Mejoras Públicas, denominada “Un nuevo
eje urbano y regional para Cali”, ya mencionado en esta columna. Y por otro
lado, otro grupo de profesionales está empeñado en un Grupo de Pensamiento que
se ocupe de hacer propuestas iniciales para los otros temas planteados, y de la
conformación de un Movimiento Cívico que apoye la idea sugerida arriba de
encontrar un candidato que se le mida a someter dicho Plan Básico Regional a
los ciudadanos, para lo cual está realizando reuniones con todos los
candidatos.
Unos ciudadanos
que entiendan la ciudad como el escenario de la cultura, como la llamó Lewis
Mumford y tanto se ha citado aquí, sino también como el ámbito de su propia
vida, nada menos. Que comprendan por tanto la necesidad urgente de dicho Plan
para todos, y no que vendan su calidad de vida junto con su voto por el vil
dinero o, peor, por la promesa clientelista de un empleo que si mucho durará
cuatro años. De allí la importancia y urgencia de una mucho mejor educación,
principiando por la cívica, la que incluye lo político y por eso mismo la
geografía, la historia y las artes, es decir lo cultural. Una educación básica
que permita que la especializada de las ciencias y técnicas sea
transdisciplinar.
Un Concejo que
responda ante los ciudadanos por el buen cumplimiento de dicho Plan por los
diferentes alcaldes y, especialmente, de hacer a tiempo las correcciones
que sean necesarias, las que desde luego deberá someter a las respectivas
consultas populares, otorgadas por la Constitución, pero las que no
necesariamente tendrían que ser burocráticas, facilitando la disculpa de que
serian muy costosas, si no a base de cuidadosas encuestas que sean más creíbles
que las que buscan que se crea en las que afirman qué candidatos van ganando
mientras la ciudad sigue perdiendo sus todavía no pocas oportunidades de ser
una muy buena a partir de su envidiable clima y entorno natural en el que sólo
falta un gran lago.
Un Alcalde que de
verdad sepa por que quiere serlo y lo haga explícito, y que valore cuales son
sus verdaderas posibilidades de hacer algo de verdad importante por su ciudad.
Que entienda que lo que falta en Cali es orden a todos los niveles y aspectos.
Que es prioritario colocar todo en el lugar que le corresponde, y con una buena
disposición de sus partes entre si, es decir, considerar su serie y sucesión, y
en el ámbito indicado en el que las diferentes materias o actividades se
enmarcan, según niveles y categorías, respecto unas cosas con otras. En
una palabra, planificación: verdaderos Ciudadanos más un verdadero Consejo más
un verdadero Alcalde igual una mejor Cali. Sin duda una utopía pero muy
ilustrativa.
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