Ya en el
mundo se reconoce, o casi pues no faltan los que no ven lo evidente, que la
guerra en su contra ha sido un fraude inútil que sólo ha generado corrupción y
violencia en los países productores mientras que en los consumidores se queda
la mayoría de la plata. Pero hay intereses que no dejan que se legalicen las
drogas y se traten como salud pública. “Así que –como dice Antonio Caballero-
cabe una pregunta impertinente: ¿qué ganan con esa guerra perdida los
gobernantes del mundo? Porque los gobernados no ganamos nada. / Salvo los
narcotraficantes, claro está” (El remedio y la enfermedad, Semana, 01/05/2016).
Qué
intereses, habría que preguntar igualmente, no dejan que los gobernantes de
Cali utilicen el corredor férreo para conformar el eje urbano Norte-Sur de la
ciudad. Como se dijo en esta columna hace casi 10 años (El corredor férreo,
15/11/2007), por allí deberían pasar las líneas principales del transporte
masivo, metropolitano y regional, con un tren de cercanías y una autopista
urbana de verdad, en medio de un parque lineal y una gran alameda de samanes,
con un adecuado e imaginativo diseño de niveles para evitar la división de la
ciudad que actualmente implica el de nuevo abandonado ferrocarril.
A quiénes
no les interesa que se oficialice el área metropolitana que de hecho conforman
Cali, Jamundí y Yumbo, y de la que se ha hablado insistentemente en esta
columna hace mas de 15 años. Pero los gobernantes poco le prestan atención y se
la destruye dejando convertir las carreteras en calles largas, permitiendo
conurbaciones no deseables y manteniendo un sistema político administrativo
obsoleto que no considera ni siquiera el territorio que les incumbe (Las
ciudades colombianas, 18/05/2000) ni los “gobernados” que allí habitan.
Cómo entender que no se construya
vivienda en el Centro; así no se desocuparía por la noche ocasionando problemas
de seguridad. Esta es mencionada periódicamente desde cuando siguiendo una tendencia
mundial, facilitada por la popularización de los automóviles a mediados del
siglo XX, las clases altas abandonaron los centros tradicionales de las
ciudades y se fueron a vivir a los nuevos barrios y después a los suburbios,
como lo explica André Gorz (La ideología
social del automóvil, 1973), y que aquí pronto fueron seguidas por las
clases medias y hasta por los pobres.
Pero desde
hace varias décadas se inició en muchas partes del mundo un movimiento inverso
y se comenzaron a recuperar los centros tradicionales de las ciudades, que se
rehabilitan con gran éxito, y en donde la ciudad-región cobra cada día más
fuerza y la nación-estado la pierde, como se dijo en esta columna ya hace casi
20 años (El voto urbano, 15/06/1998). Es
pertinente, entonces, preguntarse por qué en Cali aun no lo consideran así ni
gobernantes ni gobernados, los que evitan pasar por el centro cuando quisieran
y siempre prefieren meterse a un túnel.
Seguramente
la respuesta es la misma a la de por que los gobernantes no acometen la
construcción masiva de andenes regularizando las calzadas de las calles. Como
se dijo hace casi ocho años, no se puede caminar en ellas con placer,
eficiencia y seguridad pues no hay buenos andenes. Pero la mayoría de los
gobernados no los echan de menos pues nunca los tuvieron, y a los
terratenientes, contratistas, y gobernantes no les interesan pues van en carros
blindados de un garaje a otro (Las ciudades son sus andenes, 28/02/2008); ni a
los narcotraficantes, diría Caballero.
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