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Conveniencias. 12.05.2016


          Ya en el mundo se reconoce, o casi pues no faltan los que no ven lo evidente, que la guerra en su contra ha sido un fraude inútil que sólo ha generado corrupción y violencia en los países productores mientras que en los consumidores se queda la mayoría de la plata. Pero hay intereses que no dejan que se legalicen las drogas y se traten como salud pública. “Así que –como dice Antonio Caballero- cabe una pregunta impertinente: ¿qué ganan con esa guerra perdida los gobernantes del mundo? Porque los gobernados no ganamos nada. / Salvo los narcotraficantes, claro está” (El remedio y la enfermedad, Semana, 01/05/2016).
          Qué intereses, habría que preguntar igualmente, no dejan que los gobernantes de Cali utilicen el corredor férreo para conformar el eje urbano Norte-Sur de la ciudad. Como se dijo en esta columna hace casi 10 años (El corredor férreo, 15/11/2007), por allí deberían pasar las líneas principales del transporte masivo, metropolitano y regional, con un tren de cercanías y una autopista urbana de verdad, en medio de un parque lineal y una gran alameda de samanes, con un adecuado e imaginativo diseño de niveles para evitar la división de la ciudad que actualmente implica el de nuevo abandonado ferrocarril.
          A quiénes no les interesa que se oficialice el área metropolitana que de hecho conforman Cali, Jamundí y Yumbo, y de la que se ha hablado insistentemente en esta columna hace mas de 15 años. Pero los gobernantes poco le prestan atención y se la destruye dejando convertir las carreteras en calles largas, permitiendo conurbaciones no deseables y manteniendo un sistema político administrativo obsoleto que no considera ni siquiera el territorio que les incumbe (Las ciudades colombianas, 18/05/2000) ni los “gobernados” que allí habitan. 
          Cómo entender que no se construya vivienda en el Centro; así no se desocuparía por la noche ocasionando problemas de seguridad. Esta es mencionada periódicamente desde cuando siguiendo una tendencia mundial, facilitada por la popularización de los automóviles a mediados del siglo XX, las clases altas abandonaron los centros tradicionales de las ciudades y se fueron a vivir a los nuevos barrios y después a los suburbios, como lo explica André Gorz (La ideología social del automóvil, 1973), y que aquí pronto fueron seguidas por las clases medias y hasta por los pobres.
          Pero desde hace varias décadas se inició en muchas partes del mundo un movimiento inverso y se comenzaron a recuperar los centros tradicionales de las ciudades, que se rehabilitan con gran éxito, y en donde la ciudad-región cobra cada día más fuerza y la nación-estado la pierde, como se dijo en esta columna ya hace casi 20 años (El voto urbano, 15/06/1998).  Es pertinente, entonces, preguntarse por qué en Cali aun no lo consideran así ni gobernantes ni gobernados, los que evitan pasar por el centro cuando quisieran y siempre prefieren meterse a un túnel.
     Seguramente la respuesta es la misma a la de por que los gobernantes no acometen la construcción masiva de andenes regularizando las calzadas de las calles. Como se dijo hace casi ocho años, no se puede caminar en ellas con placer, eficiencia y seguridad pues no hay buenos andenes. Pero la mayoría de los gobernados no los echan de menos pues nunca los tuvieron, y a los terratenientes, contratistas, y gobernantes no les interesan pues van en carros blindados de un garaje a otro (Las ciudades son sus andenes, 28/02/2008); ni a los narcotraficantes, diría Caballero.

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