De la misma manera en que las ciencias convergen cada vez
mas hacia las matemáticas, por lo que además es mejor hablar de la matemática
(Peter Watson, Convergencias, 2016),
este país converge hacia la corrupción, incluyendo sus ciudadanos, ciudades y
arquitectura. Como la define el DLE, es una práctica
consistente en la utilización de las funciones y medios de las organizaciones
en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores. Los corruptos corrompen
la organización, y luego el orden mismo,
lo que es fatal para los edificios y por ende las ciudades. Es el gusto mafioso
del que ya se ha hablado aquí (Narcociudades, 07/12/2006) que ha llevado a un “estilo mágico tardío” como
probablemente lo llamarán en el futuro.
El orden es
básico en la arquitectura y los griegos ya definían la suya en función de
ellos: Dórico, Jónico, y Corintio, una variación enriquecida del Jónico, con
sus precisos atributos, y el Imperio romano agrego dos: el Toscano (simplificación del Dórico) y el
Compuesto (combinación entre Jónico y Corintio). Pero en el espectáculo de la arquitectura
actual en Colombia ya no existe orden alguno pero si corrupción de arriba
abajo; o al revés, desde la “base” de los que la proyectan sin ser arquitectos,
el “fuste” de ciertas curadurías “tarifadas” que aprueban sus proyectos, y el
“capitel” descompuesto de unas autoridades que no pueden controlar casi nada, o
que prefieren no hacerlo.
Y la arquitectura en si misma se ha
corrompido igualmente pues ya poco obedece a su función, construcción y forma,
como precisó Vitrubio, y en consecuencia a su implantación, si no que parte de
la mera forma ya que con el desarrollo tecnológico cualquier cosa se puede
construir, y desde luego diseñar sin método alguno, pese
a que la mejor arquitectura del mundo siempre ha respondido a la utilitas, firmitas y venustas que
aquel indicaba. Aquí ya no es la madre de las artes, pues escultura y pintura solían ser parte
integral de ella, sino el desmadre de todas mientras repiten que le están
cambiando la cara a la ciudad, cuando lo que habría es que es tapársela.
Tapen tapen es el lema de la
corrupción que ahora están destapando por todas partes, pero lo que preocupa es
que en los nuevos edificios siempre ha estado a la vista de todos y que muchos
los consideran una maravilla, con la misma ignorancia que han considerado un
bollo una obra de arte, de lo que habló Mario Vargas Llosa (La civilización del espectáculo, 2012.
Una “corruptela” se ha vuelto la arquitectura, en la que prima la arbitrariedad
de sus formas y no su objetividad como lo ha señalado Avelina Lésper (El fraude del arte contemporáneo, 2015),
y que legitima cualquier cosa como arquitectura, dañando el contexto pre
existente de las ciudades, como ya se denunció aquí (¿Arte? 29/01/2016).
El caso es que con los mas bellos
edificios se pueden conformar las mas feas ciudades mientras que los edificios
sencillos, no necesariamente feos, son los que usualmente forman las mas bellas,
pues lo que importa es el conjunto como resultado de sus partes y no cada una
por su parte. Como lo define el DEL
orden es la manera de estar colocadas las cosas o de sucederse los hechos en el
tiempo, según un determinado criterio o una determinada norma. Confundirlo es corromper su belleza, esa percepción estética que a través
de una experiencia sensorial procura una sensación de placer intelectual, por lo que no la perciben los ignorantes y no
le importa a los corruptos.
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