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Cupiditĭa. 23.02.2012


          El edificio de 65 pisos que se pretende construir en Bogotá sobrepasa en casi 30 la norma, sus aislamientos están mal calculados, y los estacionamientos, pese a que su número elude las exigencias vigentes,  con un solo acceso de 6 metros afectarían un sector ya congestionado. Además se omitió la plusvalía y la ciudad dejaría de percibir una significativa suma. Semejante ilícito está aprobado por una Curaduría involucrada en dudosas actuaciones, y uno de los principales promotores está demandado en España por estafa (www.torredebabel.info).
          Ya se manifestaron los arquitectos de Uniandinos y la Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá, y se suman mas cuestionamientos urbano arquitectónicos a los de los arquitectos Willy Drews, Juan Luis Rodríguez y Carlos Morales, además de que estaríamos ante otro escándalo financiero similar a las “pirámides”, como advierte este último, incluyendo a los que buscan lavar dineros, con el resultado de nuevos damnificados seducidos por un enorme y mercenario despliegue publicitario, incluyendo extranjeros que nos hablarán de “la nueva arquitectura de Bogotá”.
          Parece que ya olvidamos lo que pasó en Cartagena hace unos pocos años con una altísima torre  que hubo que desmantelar antes de que se viniera abajo, y aunque nunca nos informaron que pasó con los que fueron estafados, sí que su promotor se había fugado.  A diferencia de la Torre de Babel, esta vez no habrá un Dios que para evitar la soberbia de los vivos que quieren alcanzar el cielo, haga que los constructores comiencen a hablar diferentes lenguas (todos mienten en Español o los traducen) y se dispersen por la Tierra (ya lo están).
          No vemos que en las ciudades la gran mayoría de los edificios no tienen por qué ser monumentos, los que suelen identificarse por su significado y emplazamiento mas que por su tamaño, y ahora burdamente por su altura. Además hoy se construyen iguales por todo el mundo, y así es difícil reforzar una cultura e identificar una ciudad (Juhani Pallasmaa, entrevista con Anatxu Zabalbeascoa, 2006). La sede de una entidad bancaria, por ejemplo, no tiene motivo para ser un monumento, aparte de su autopromoción, pero sí un paradigma de respeto a leyes y costumbres.
          Por eso en Cali es precipitada la alegría por la construcción de un edificio de 17 pisos en un lote que lleva años ocioso en el Centro de la ciudad, hoy muy abandonado, lo que es muy conveniente, pero que casi dobla la altura de las construcciones que hay en ese costado del Centro Histórico sobre el Río Cali. Cabe preguntarse con Horacio “¿De qué sirven las vanas leyes si las costumbres fallan?” Lamentablemente aquí todavía nos seducen las alturas a la que nos lleva el arribismo o la ignorancia, pero sobre todo el afán excesivo de riquezas, la cupiditĭ.
          Solo el conocimiento de la geografía e historia de nuestras ciudades, en tanto que artefactos, permitirá mejorar su futuro para todos. Permiten un "trasfondo meditativo" sobre lo propio, hoy ignorado como si tuviéramos vergüenza de él. Y es urgente pues tenemos que re considerar climas y paisajes, y hay muchas funciones nuevas sin imagen en nuestra memoria, que además están en ciudades que hay que entender como obras de arte colectivo y no como una engañosa y torpe suma de codicias.

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