Salvo un
desastre nuclear, provocado o accidental, cada vez más posible, hoy dependemos
es del control del crecimiento demográfico, pues estamos agotando los recursos
no renovables, y haciendo que las crisis económicas sean globales y las
ciudades inevitables (Scientific American, 11/2011). En ellas sucede casi todo lo
que pasa, y mas de la mitad de lo que se produce en el campo es para la
subsistencia de sus habitantes. Sin ellas mas de la mitad de los siete mil
millones que ya somos -mil mas en la última década y casi todos en ciudades de
paises pobres- simplemente no tendríamos en donde habitar pues ya no cabemos
todos en el campo.
Pero las ciudades son responsables de la casi totalidad de
los gases de efecto invernadero, debido a sus carros, industrias y,
principalmente, sus edificios, los que consumen la mitad o mas de la energía
eléctrica, producida mayoritariamente por combustibles fósiles, para su
climatización e iluminación. Incluso en las nuestras, pues aunque
afortunadamente dependemos es de hidroeléctricas, podrían ser naturales por sus
climas benignos y casi doce horas diarias de sol durante todo el año. Pero su
crecimiento ha llevado al despilfarro de luz eléctrica y agua potable, de la
mano de modas impuestas por los paises desarrollados y con estaciones.
La globalización también ha sido dañina para las ciudades
de nuestros paises, pues ha llevado al olvido de sus tradiciones urbano
arquitectónicas regionales, y son cada vez mas parecidas entre si debido a la
vulgarización comercial y masiva de la arquitectura moderna durante la segunda
mitad del siglo XX, y ahora a la arquitectura espectáculo de moda. Brasilia es
una excepción y sectores como el Centro Internacional de Bogotá también. Pero
lamentablemente ciudades como Cali son colchas de retazos, feas y descocidas
por lo demás, debido a su rapidísimo crecimiento y evolución sin casi ninguna
planificación efectiva en la práctica.
De otro lado, en las ciudades la gente se reproduce menos y
se produce y divulga la cultura y el pensamiento científico que nos puede
salvar. La evolución de las ideologías, un hecho puramente urbano, está
permitiendo la superación de prejuicios ancestrales o fundamentalistas y la
globalización de la información, como lo demandaba Christopher Hitchens
(Hitch-22, 2010). Es un factor determinante para el auto control del
crecimiento de la población, y del insipiente cambio de los comportamientos de
la gente con respecto a la urgente conservación de la naturaleza y el medio
ambiente, y la búsqueda de una calidad de vida mejor entendida, aquí y ahora.
El futuro de las ciudades –y por consiguiente el de la
misma humanidad- depende de que la evolución de las ideologías permita
controlar su crecimiento descontrolado, como racionalizar sus consumos,
situaciones que las afectan cada ves mas. Hay que analizar su presente como el
de sus regiones y aprender de su pasado procurando su sostenibilidad. Como se
comprueba con la evolución de otras especies, entre mayor sea la cantidad de
individuos, mas posibilidades hay de que subsistan, pero si se agotan los
recursos no renovables de su entorno colapsan. Es el caso de la especie humana
pues los estamos consumiendo o destruyendo aceleradamente.
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