En 2011 se
contabilizaron en Cali cerca de seis asesinatos diarios, mas que en 2010 (El
País, 04/02/2012), la mitad atribuidos a venganzas e intolerancia, y que por lo
tanto implican cientos de peleas y agresiones que no se miden pues no
culminaron con la muerte de alguien. Tampoco se habla de la relación de la
ciudad, en tanto artefacto, con el comportamiento de los ciudadanos en sus
espacios y edificios tanto públicos como privados, ni de la “violencia urbana”
que implica su muy corta y reciente vida en ellas. El problema, pues, no sólo
es desarmar a la gente, casi imposible
con las armas blancas, ni de tener mas policía, sino que también hay enseñarle
a los ciudadanos como comportarse en la ciudad, y entender que su calidad
urbano arquitectónica es un factor determinante en su comportamiento.
En
Colombia los análisis sobre la violencia usualmente apenas consideran los
problemas socio económicos y si acaso el origen geográfico de los habitantes
pero no la mala calidad de sus nuevos entornos urbanos. Sin embargo, y
ateniéndonos a estudios hechos en otras partes, es fácilmente entendible que en
las ciudades la densidad habitacional, la altura de los edificios, el diseño de
las calles, plazas y parques y la diferente animación en ellos, y por supuesto
el diseño de las viviendas mismas, tiene mucho que ver. Es algo que hay que
analizar integralmente, y como dice un lector de esta columna “El problema del
desplazamiento y de la inmigración hacia la ciudad es un problema nacional y es
ahí donde debemos ser solidarios y es ahí donde debiera manifestarse el
significado de democracia, de oportunidades.”
Pero
precisamente la democracia es producto de las ciudades y no al revés, lo que
debería hacer ver la importancia del diseño correcto del espacio urbano y de la
educación ciudadana en relación con el comportamiento de la gente en ellas. Es
decir, contar con diseños urbano
arquitectónicos que no lleven a carencias extremas de privacidad que llevan a
disputas entre vecinos que se convierten en peleas que terminan en parte de los
asesinatos que llenan las paginas de los periódicos cada día. Hay que
preguntarse en donde y por que se originaron, y no apenas en donde ocurrieron.
Igualmente, hay que entender que una ciudad sin andenes anchos, llanos,
sencillos, continuos y arborizados, por los que se pueda caminar en paz, no
solo facilita la delincuencia si no que lleva a la falta de respeto por los
demás.
Como
se insiste periódicamente en esta columna,
en Colombia cerca del 80% de sus habitantes ya vivimos en las ciudades y casi todo pasa
en ellas, incluyendo los asesinatos. De ahí la gran importancia del artefacto urbano arquitectónico,
constituido por edificios y espacios urbanos en los que cada vez mas tienen que
ver los arquitectos en su diseño y construcción. Por eso la practica de la
arquitectura, su reglamentación y control y su enseñanza son cruciales para las
ciudades, y para los que pretenden manejarlas proponiendo cosas que no pueden
cumplir por que no las ven integralmente en el espacio y como procesos en el
tiempo. No solo hay que quitarles las armas a los asesinos, si no hay que
eliminar las causas de que lo sean, pero no apenas las socio económicas sino
también las puramente urbanas.
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