Como dice Petro hablando de lo que propone para Bogotá (Semana,
09/01/2012), la revitalización incluye a la gente que ya habita en el sector a
intervenir, mientras que la renovación implica su desplazamiento. Pero además,
los grandes planes de renovación urbana difícilmente se concretan, o se quedan
a medias, con el resultado de que se demuele lo construido, incluso edificios
de valor patrimonial, pero nunca se termina de hacer lo nuevo. Una interesante
excepción es el Centro Internacional de Bogotá, pues no obedeció a un “plan de
renovación” sino a la sensatez de los arquitectos que hicieron sus varios
proyectos considerando los que ya se habían realizado, comenzando por el Hotel
Tequendama; es decir, todo un proceso progresivo de revitalización del sector
que había ocupado la antigua Escuela Militar.
En Cali, por lo contrario, se
demolió mucho de su centro tradicional
para los Panamericanos de 1971 en lugar de continuar revitalizando lo que se
había comenzado a hacer en la primera mitad del siglo XX. Y los sucesivos
planes de renovación urbana posteriores nunca se completaron, resultando el
caos actual. Casi nunca se consideró lo propuesto antes, y muchos buscaban era
“cambiarle la cara a la ciudad” tópico que obsesiona a los caleños. Pero lo que si facilitaron fue hacer grandes
negocios con el suelo urbano y la construcción de infraestructura vial sin un
planeamiento integral, principalmente puentes, pues los adoramos, que después
se demuelen para hacer otros nuevos. De otro lado, la construcción de viviendas
en serie fue en muchos casos una simple
operación de lavado de dineros del narcotráfico.
La revitalización, por lo contrario,
permite inversiones puntuales muy efectivas que no paralizan las ciudades, como
lamentablemente acabamos de ver en Bogotá y Cali, pero que permiten la densificación utilizando
la infraestructura vial y de servicios existente, mejorándola si es del caso, y
generando fuentes de trabajo no dependientes de la corrupción de los grandes
contratistas. También implica que los proyectos se hagan primero que todo en
los muchos lotes que hay, que se pueden construir en lugar de extender la
ciudad mas, y en los edificios abandonados, que se deberían expropiar, o en los
subutilizados o deteriorados, que se pueden remodelar y reforzar para volverlos
sismo resistentes, como ya se ha hecho con varios en Cali, en lugar de
demolerlos con la disculpa de que están en “mal estado”.
Pero por supuesto la revitalización
hay que pensarla integralmente para la ciudad y su región, estableciendo
prioridades. Por ejemplo en Cali lo urgente es revitalizar su centro
tradicional, construyendo vivienda en los lotes del estado, como el del Sena,
pero igualmente en terrenos privados, como el de la Avenida Colombia entre 10 y
11, para nombrar apenas uno de los varios que hay, y proceder a la remodelación
de los edificios abandonados, y al tiempo regularizar las calzadas de sus
calles para ampliar y arborizar sus andenes, y construir parqueaderos públicos
debajo de la Plaza de Caicedo y de la de San Francisco. Pero también completar
su equipamiento urbano, con un extenso complejo de eventos múltiples en la
antigua Fábrica de Licores y un gran parque
en la Base Aérea, ambos de carácter regional.
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