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Diálogos. 03.04.2012


          La conversación entre dos o más personas, que alternativamente manifiestan sus ideas o afectos o controversias, llegando a la discusión e incluso a la violencia, es lo que en la asombrosa novela de Jonathan Franzen mantiene al lector pegado a sus seiscientas páginas. En sus largos e impecables diálogos plantea, desarrolla y resuelve el triángulo amoroso y equilátero de Patty, Walter y Richard, por lo que pese a ser traducida en España (donde van “a por” algo) no pierde su arrollador empuje, ni el que todo suceda en Estados Unidos afecta el efecto de esas maravillosas cadenas de silencios y palabras. Son personas –como todas, y podrían ser otras, nosotros mismos por ejemplo- que piensan y hablan o callan, y de ahí su corto y contundente título: “Libertad”.
          Y libertad es lo que plantea una buena y bella ciudad (Madrid, por ejemplo) al permitirnos desarrollar en sus calles y avenidas un diálogo, silencioso en este caso, con sus edificios, vitrinas y transeúntes, que se resuelve al llegar a sus plazas y parques (y que si que suena en sus tascas), para retroceder por las mismas u otras calles o continuar a otras partes. Y que varía, por supuesto con sus diferentes climas, paisajes y tradiciones, ya sea aquí o en Estados Unidos o Europa, para pensar apenas en las ciudades que mas nos han  influenciado, pero también deberíamos recordar el cercano Oriente de donde vienen todas, cuando las viviendas se juntaron para protegerse y comerciar y aprovechar el excedente de tiempo para otras cosas, entre ellas el diálogo con los demás.
          Caminar mirando las calles y los otros es lo que es en últimas una ciudad, de ahí la importancia de sus andenes ahora que los automóviles han invadido sus calles pero multiplicando su animación, que aquí apenas estamos aprendiendo a manejar sensatamente en busca de la avenencia que sólo permite un diálogo civilizado. Es lo que no entienden los que todavía creen que llenar a Cali de puentes, vías y “torres” es progreso, desarrollo o modernidad, justo cuando la verdadera posmodernidad, que no posmodernismo, combina lo mejor de lo antiguo con lo mas avanzado de lo moderno. En este caso el andén con un verdadero sistema integrado de transporte público, y en ese orden: primero los andenes; hacer lo contrario simplemente no es civilizado pues en buses o trenes atestados el diálogo no es posible y ni siquiera ver la arquitectura de la ciudad.
Arquitectura que, como lo dicen los jurados del Premio Pritzker de 2012, hoy demanda una relación adecuada entre presente y pasado, particularmente oportuna, que invita al debate sobre si debe anclarse en la tradición o sólo mirar hacia el futuro y afuera. Arquitectura que debería ser intemporal y profundamente arraigada en su contexto y, sin embargo, universal, pero evitado el sensacionalismo y la novedad, con sus raíces en el contexto local, transformando estimulantemente los usos de materiales y motivos antiguos, pues la forma por si misma se ha convertido en una disciplina superficial, en lugar de ser un ejemplo de la capacidad de la arquitectura contemporánea de enraizarse en una cultural local, incorporando ecos profundos de una tradición específica. Es decir, estableciendo un diálogo con las ciudades, las que siempre son viejas pero hablan.

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