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El EUP. 27.04.2017


          La propiedad del espacio urbano público, EUP, es del Estado, quien es el único que debe diseñarlo, construirlo, mantenerlo, dar las normas para su uso y controlar que se cumplan. Está conformado por todos los diferentes tipos de calles, plazas, explanadas, parques y zonas verdes. Y por eso igualmente debe dar las normas para las construcciones que las conforman, tanto para su uso permitido como también para sus alturas, retrocesos y aislamientos e incluso para la adecuada composición de las fachadas, y entender que la arquitectura no es sólo para los edificios sino igualmente para las ciudades.
          Lo anterior debería ser la base de una pertinente educación cívica desde la escuela que lleve a una cultura urbana que no sólo favorezca la convivencia de los ciudadanos, sino que contribuya también a una mejor calidad de vida. Lamentablemente nada de lo anterior se cumple en Cali, una ciudad en la que sus habitantes, ante la escasa presencia del Estado, hacen en el espacio urbano público lo que se les da la gana y sin considerar a sus vecinos, como si la calle que esta justo en frente a su propiedad fuera privada y suya.
          Además los peatones caminan por las calzadas, o tienen que hacerlo, pues los andenes son insuficientes y en mal estado, muchos de ellos alterados o construidos por particulares, y los carros se estacionan en ellos. La plaza principal se convirtió en un parque y los parques se confunden con zonas verdes y estas no lo son de verdad en tanto conservación de la vegetación local. Las normas urbano arquitectónicas, además de confusas, obsoletas, repetitivas o contradictorias no se cumplen, y los usos del suelo no se respetan pasando por encima de los derechos adquiridos de los vecinos.
          El control de la ciudad y de los ciudadanos es totalmente insuficiente, como insiste Nicolás Ramos, ex Presidente de la SMP-Cali, principiando por la carencia de un verdadero plan urbano arquitectónico a largo plazo, y la falta de una suficiente y bien formada policía municipal. Todo lo cual, junto con la rapidez con que crece la ciudad, dificulta la lenta formación de una cultura urbana propia, como la que aún se encuentra en algunas ciudades intermedias –las de mejor calidad de vida en el país- y en muchos pueblos pequeños, y de arquitectura que mejora el espacio urbano público y que además lo amplia, o que no altera el paramento de las calles.
          Como lo recuerda el arquitecto Álvaro Erazo, “en Nariño sobreviven las plazas gracias a la Chaza. En Pinzón, un pueblo cercano a Túquerres aún la plaza es en tierra y el día domingo se convierte en mercado con sus toldos blancos hasta el mediodía, a esa hora los vendedores empiezan  a recoger y asear, a las 2:00 pm está nuevamente despejada y limpia para que el resto de la tarde sea el escenario de ese juego (no deporte) tradicional que reúne al pueblo entero en una especie de rito semanal” y así hay otros buenos ejemplos.
          Vale, pues, evocar de nuevo lo dicho por la editora y fotógrafa Sylvia Patiño: “Cali era mas ciudad cuando era pueblo” y de ahí el que se debería orientar a conformar pequeñas ciudades dentro de la gran ciudad, creando una inaplazable área metropolitana desde Jamundí a Yumbo. Serían, además de dichas poblaciones, el Centro ampliado, el Norte, el Sur, el llamado Distrito de Agua blanca, y el Lejano sur, unidas por el corredor férreo, actualmente un enorme y prometedor espacio urbano público, irresponsablemente ignorado por el Estado pero no por los particulares que lo invaden.


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