Si algo tiene que ser
totalmente libre es el arte, pero en el espacio público no puede ser
obligatorio para todos. Lo que para unos puede ser música para otros no pasa de
ruido ajeno, y lo que son murales para otros, para algunos no pasan de
mamarrachos. Y por supuesto esta polaridad cambia según los diferentes
sectores, barrios y vecindarios de la ciudad. Lo que es significativo en unas
partes puede no serlo en otras, y en los centros urbanos, comunes a todos,
además se conforma una imagen colectiva y tradicional; y lo mismo sucede con
los monumentos.
Pero si bien se pueden
señalar lugares en donde sea permitido hacer murales, y controlar el volumen
exterior de la música en cada parte de la ciudad, los edificios inevitablemente
están presentes en todas sus calles: las conforman y su presencia es por lo
tanto obligatoria. Y de ahí que su arquitectura no sólo sea arte, como también
lo advirtió Rogelio
Salmona, y que lo obligatorio sería que se deba
considerar la del lugar en el que se van a emplazar. No hacerlo es tan
irrespetuoso con los demás como pintar un mural encima de otro o poner la
música mas duro que los vecinos obligándolos a oírla.
Impensable que el dibujo, el grabado,
la serigrafía, la pintura y la escultura, la literatura, el teatro, la ópera,
la danza o la fotografía y el cine fueran las mismas y obligatorias y para
todos. Ni siquiera las lenguas lo son pues además de ser muchas y diferentes,
todas tienen costumbrismos y acentos locales, al punto de que los brasileros,
por ejemplo, ya dicen que hablan brasilero y no portugués. Y que tal un mompa
costeño hablando pastuso en Bogotá con un paisa de carriel que le contesta como
caleño.
Y por supuesto una cosa es una calle
de un barrio cualquiera, y otra muy diferente una avenida importante de la
ciudad; y una cosa es una casa de un piso en las afueras y detrás de un amplio
antejardín arborizado, y otra un alto y agresivo edificio de uso público en
todo el costado de un parque tradicional. Y ni se diga las enormes vallas publicitarias
aéreas o tapando las fachadas de los edificios, como lamentablemente insisten
en La Tertulia -nada menos que un museo de arte- en dar el mal ejemplo, como
igual sucede en San Antonio, pintado de colores chillones las casas pese a
estar prohibido.
Hay que
recordar de nuevo que según el Acuerdo N° 179 de 2006, del Concejo de Cali,
Articulo 9ª, se prohíbe la publicidad exterior en las edificaciones públicas,
con excepción de los escenarios deportivos; el Artículo 10ª la prohíbe
explícitamente en los inmuebles de interés patrimonial, y establece un área de
influencia; el Artículo 8ª limita su dimensión a cuarenta y ocho metros
cuadrados; y el Articulo 19ª Parágrafo 2ª ordena a
las Autoridades proceder a removerla cuando está en un lugar prohibido y sin el
cumplimiento de los requisitos establecidos para su instalación.
Las ciudades, escenario de la cultura según las definió el
sociólogo e historiador Lewis Mumford (La
cultura de las ciudades, 1938), son grandes y complejos artefactos de tres
dimensiones, que habitan y recorren los ciudadanos diariamente a lo largo de
los años y las décadas. Y están constituidas por edificaciones que conforman
espacios públicos, como lo son sus diversos tipos de calles, plazas y parques,
su patrimonio construido, por lo que en consecuencia son importantes
urbanamente, y no apenas los bienes de interés cultural, y lo que pasa en ellos
lo es económica como social y culturalmente para todos.
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