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El mercado. 13.09.2018


  El de San Antonio lleva a recordar que las ciudades surgen a partir de puertos, vados, puentes o cruces de caminos, o junto a fortificaciones o sitios sagrados, pero sobre todo al mismo tiempo que ferias y mercados o, por lo contrario, los generan desde su inicio y por eso estos son tan propios como lo son sus cementerios; dos lugares que siempre hay que visitar en toda ciudad o pueblo. Pero desde mediados del siglo XX comenzaron a ser reemplazados por los supermercados, sobre todo en este país que adora lo gringo y es tan dependiente culturalmente que se avergüenza de sus verdaderas tradiciones, o se las reinventa o falsifica o copia solo para negociar especulativamente con ellas.
  Y por eso ahora en Cali son los turistas “gringos” los que adoran el nuevo mercado de San Antonio en donde al pie de la colina los sábados se pueden comprar productos venidos directamente del campo y cultivados orgánicamente, y aprovechar para almorzar allí y mirar hacia la capilla o hacia el barrio e imaginarlo blanco como lo fue, y como aun lo son algunas de sus esquinas con sus austeras y muy bellas casas de encalados blancos, techumbres de teja árabe y muy pocos vanos, que recuerdan tantos entrañables pueblos que había en el país, pero que sí se conservan en España, como Hinojales cerca de Sevilla, por ejemplo, para no hablar de los marroquís color tierra roja.
  Porque el quid del asunto es vivir en un pequeño pueblo pero cerca a una ciudad de verdad, es decir al comercio, la industria y el trueque de conocimientos, ya que estos nuevos “campesinos” son verdaderos ciudadanos del mundo, y además de satisfacer bellamente sus deseos y necesidades, convierten esos sitios en lugares para vivir en ellos civilizadamente siguiendo una cierta cultura. O adentro de una ciudad mediante procesos diferentes como lo es el civilizar un supermercado; es el caso del Carulla de San Fernando, en el que con algo de imaginación se puede recordar un soco marroquí, pues se encuentran amigos, se habla con desconocidos y se puede comer allí.
  El mercado de San Antonio, bajo grandes carpas (antes los pueblos tenían toldos pequeños y blancos) sin duda mejorará la vida civilizada en el barrio, y solo falta que los restauranteros eduquen a sus clientes para que lleguen caminado desde un estacionamiento en la periferia o en taxi, para que puedan almorzar o cenar civilizadamente, con vino, como en Hinojales, y así liberar las calles de carros estacionados  que recuperen sus esencia de lugares de encuentro. Lo que se lograría fácil y económicamente ampliando y regularizando los andenes, decisión tan prometida como incumplida en San Antonio, y desde luego que entiendan que las casas son mejores blancas y no pintarrajeadas.
  Con algo de lucidez, conocimientos, viajes de estudio, sensibilidad y cultura general serán posibles barrios verdaderos con sus propios mercados, o supermercados reformados a la manera de un soco marroquí, y transformar sus vías de nuevo en calles haciendo andenes de verdad. Y desde luego conformar las cinco o mas localidades del Distrito Especial (surgido sin previo aviso) pensando en pueblos posmodernos y convertir el territorio de la ciudad en una verdadera área metropolitana sin la cual no es posible planificar nada ni controlar la corrupción, pues de lo contrario lo de distrito especial solo servirá para dificultar al máximo la primera y multiplicar por cinco la segunda.


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