El de San Antonio lleva a
recordar que las ciudades surgen a partir de puertos, vados, puentes o cruces
de caminos, o junto a fortificaciones o sitios sagrados, pero sobre todo al
mismo tiempo que ferias y mercados o, por lo contrario, los generan desde su
inicio y por eso estos son tan propios como lo son sus cementerios; dos lugares
que siempre hay que visitar en toda ciudad o pueblo. Pero desde mediados del
siglo XX comenzaron a ser reemplazados por los supermercados, sobre todo en
este país que adora lo gringo y es tan dependiente culturalmente que se
avergüenza de sus verdaderas tradiciones, o se las reinventa o falsifica o
copia solo para negociar especulativamente con ellas.
Y por eso ahora en Cali son
los turistas “gringos” los que adoran el nuevo mercado de San Antonio en donde
al pie de la colina los sábados se pueden comprar productos venidos
directamente del campo y cultivados orgánicamente, y aprovechar para almorzar allí
y mirar hacia la capilla o hacia el barrio e imaginarlo blanco como lo fue, y
como aun lo son algunas de sus esquinas con sus austeras y muy bellas casas de
encalados blancos, techumbres de teja árabe y muy pocos vanos, que recuerdan
tantos entrañables pueblos que había en el país, pero que sí se conservan en
España, como Hinojales cerca de Sevilla, por ejemplo, para no hablar de los
marroquís color tierra roja.
Porque el quid del asunto
es vivir en un pequeño pueblo pero cerca a una ciudad de verdad, es decir al
comercio, la industria y el trueque de conocimientos, ya que estos nuevos
“campesinos” son verdaderos ciudadanos del mundo, y además de satisfacer
bellamente sus deseos y necesidades, convierten esos sitios en lugares para
vivir en ellos civilizadamente siguiendo una cierta cultura. O adentro de una
ciudad mediante procesos diferentes como lo es el civilizar un supermercado; es
el caso del Carulla de San Fernando, en el que con algo de imaginación se puede
recordar un soco marroquí, pues se encuentran amigos, se habla con desconocidos
y se puede comer allí.
El mercado de San Antonio,
bajo grandes carpas (antes los pueblos tenían toldos pequeños y blancos) sin
duda mejorará la vida civilizada en el barrio, y solo falta que los
restauranteros eduquen a sus clientes para que lleguen caminado desde un
estacionamiento en la periferia o en taxi, para que puedan almorzar o cenar
civilizadamente, con vino, como en Hinojales, y así liberar las calles de
carros estacionados que recuperen sus
esencia de lugares de encuentro. Lo que se lograría fácil y económicamente
ampliando y regularizando los andenes, decisión tan prometida como incumplida
en San Antonio, y desde luego que entiendan que las casas son mejores blancas y
no pintarrajeadas.
Con algo de lucidez,
conocimientos, viajes de estudio, sensibilidad y cultura general serán posibles
barrios verdaderos con sus propios mercados, o supermercados reformados a la
manera de un soco marroquí, y transformar sus vías de nuevo en calles haciendo
andenes de verdad. Y desde luego conformar las cinco o mas localidades del
Distrito Especial (surgido sin previo aviso) pensando en pueblos posmodernos y
convertir el territorio de la ciudad en una verdadera área metropolitana sin la
cual no es posible planificar nada ni controlar la corrupción, pues de lo
contrario lo de distrito especial solo servirá para dificultar al máximo la
primera y multiplicar por cinco la segunda.
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