El muy interesante y hoy muy pertinente libro reciente de
John Higgs, Historia alternativa del
siglo XX, 2015, concluye anunciando que: “Ya no hace falta un ónfalo” (p. 319). Como lo descubrieron Picasso o Einstein o
Stravinski a principios del siglo pasado, ese concepto antiguo del centro del
mundo, o lo que se creía que era el centro del mundo, en realidad dependía del
punto de vista del observador, como sucede en una pintura cubista o en el
espacio sideral o escuchando La
consagración de la primavera y mejor viéndola. Y lo extraño, y es
justamente el tema del libro, es que se descubrió casi simultáneamente desde
diferentes campos como el arte, la política, la música y la ciencia.
Es precisamente lo que en este país les ha pasado –pero para mal-
a ciudades como Cali a partir de la década anterior a los VI Juegos
Panamericanos, que perdieron su centro histórico. Se lo deformó con un absurdo
Plan Vial, se demolieron muchos de sus edificios que eran parte de su
patrimonio construido y por tanto de su imagen urbana, lo que ha llevado a sus
nuevos habitantes a no tener una identidad plena con la ciudad que habitan. El
ónfalo particular de cada grupo depende de otras cosas; para unos será el Club
Campestre, ya ni siquiera el Colombia, mientras que para otros es la Galería de
Santa Elena, y así. Antes la plaza mayor era el ónfalo de todos.
También recuerda Higgs que: “Las formas geométricas clásicas
euclidianas […] no existen en la naturaleza. La línea recta no había existido
hasta que la inventaron los matemáticos” (p. 248). Y precisamente fue con estas
que se trazaron las nuevas ciudades del Nuevo Mundo, en ocasiones irregulares,
es cierto, y ajustados a la geometría euclidiana se levantaron sus edificios.
Pero ya no o, peor, pretenden no serlo en manos improvisadas que pasan por alto
que la arquitectura siempre ha tenido varios puntos de vista; entrar o salir de
los edificios, por ejemplo, y que los arquitectos modernos sólo agregaron
recorridos acodados…lo que ya había hecho la arquitectura hispanomusulmana
desde el siglo IX y aquí la colonial desde el XVI.
Mientras que la prolongación del trazado urbano se volvió
simplemente algo caótico, como en Cali donde ninguna vía va sin desviarse al
punto al que se dirige, que es lo que define en últimas una recta, y que sería
lo primero que tendría que considerar aquí un verdadero plan vial: dar
continuidad a sus vías y utilizar a fondo la única (casi) recta: el corredor
férreo. Es lo que no entienden esos políticos que
creen que el ónfalo son ellos; al fin y al cabo la palabra viene del griego antiguo, omphalós, 'ombligo', una piedra que Zeus dejó en el centro del
mundo; un lugar a partir del cual se había iniciado
su creación.
En Cali, por ejemplo, no ven que en su área metropolitana habría que
constituir cuatro o cinco “centros”, y
recuperar el inicial en primer lugar, que es donde comienzan su existencia las
ciudades, y por eso a estas si les hace falta un ónfalo, un centro urbano
histórico, al punto de que en muchas estos experimentan una continuada
prosperidad favorecida por políticas de renovación y rehabilitación. Menos mal que ya este es
un planeta de individuos, que es como Higgs titula su último capitulo, que ven
las cosas de otro modo gracias al Internet, y que la libertad individual ha
entrado en contacto con la responsabilidad social que antes rechazaba;
“agarremos fuerte” concluye (p. 319).
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