Para poder cambiar el
país, principiando por sus ciudades, en las que ya vive la mayoría de sus
habitantes, y proteger sus muchos pequeños pueblos y campos, es preciso cambiar
su política. Y para poder cambiarla es indispensable votar libremente y por
propuestas. De ahí que sea inaplazable
educar mucho mejor a sus ciudadanos, y por supuesto no basta con dar de nuevo
clases de historia en los colegios. Para entenderlo basta con leer el libro de
Sergio Fajardo: El poder de la decencia,
2017, breve y conciso, y ya en su segunda edición, o al menos lo que se comenta
cada vez mas del mismo, por ejemplo en Las2orillas o Kienyke y columnistas de
este y otros medios.
En Colombia no hay una
preocupación colectiva por la educación y ese es el mayor obstáculo para
solucionar sus muchas necesidades y viejos y nuevos problemas. Justamente por
eso hay que educar en un sentido mucho mas amplio: “La educación integra ciencia,
tecnología, innovación, emprendimiento y cultura, todas esas actividades que
giran alrededor de la inteligencia y las capacidades de las personas, y que las
convierten en ciudadanos.” Y desde luego la cultura debe incluir el arte, y
este la arquitectura, la que no es sólo una suma de técnicas, y por ende las
ciudades en tanto que son obras de arte colectivo, lo que también lleva a que
“tenemos que revisar nuestras raíces culturales.”
Hacer énfasis en la
calidad y cantidad del espacio publico y el equipamiento urbano de las
ciudades, en tanto cultura, educación, recreación, deporte, movilidad y salud,
con “nuevos espacios públicos para que la gente volviera a encontrarse, en los
que pudieran verse las caras otra vez para reconocerse, y conversar y jugar;
lugares donde pudieran sentirse protegidos entre todos […] y con el mayor
cuidado estético”, entendiendo la arquitectura en sus dimensiones políticas,
como tanto insistió Rogelio Salmona, deduciendo de verdad el espíritu de la
comunidad, sus aspiraciones y sueños, y no el ego de ciertos arquitectos
ignorantes de las tradiciones y de la necesidad de lo contextual y sostenible.
“Por todo el país
aumenta la conciencia de que nuestro gran patrimonio lo constituyen los
recursos y bienes naturales. El agua, en particular.” Proteger la naturaleza,
los recursos, la biodiversidad, el agua, el aire y, por supuesto, la gran
diversidad de sus relievas, climas y paisajes, si que tiene que ver con una
mejor educación y mas amplia, y con unas ciudades sostenibles y por eso mismo
su arquitectura, principiando por el re uso de lo ya construido y el respeto
por el contexto urbano inmediato y general de cada una de ellas, sin caer en
las trampas de la “modernidad”, producto, precisamente, de la ignorancia
generalizada sobre los temas del medio ambiente, el desarrollo sostenible y la
arquitectura de la ciudad.
Pero no basta con votar
por propuestas y hay que hacerlo por los que dan confianza en que si tratarán
de llevarlas a buen término. Al fin y al cabo “la forma como se llega al poder,
es decir, como se ganan las elecciones, define cómo se gobierna” y “gobernar es
educar”. Y cada vez es mas claro que es mas difícil eliminar la corrupción que
combatir las guerrillas y las bandas criminales que quedan alrededor del narcotráfico;
además una parte importante de los recursos públicos termina en los corruptos.
“Por lo tanto, para derrotar la corrupción antes que todo hay que votar” como
concluye Fajardo; y si es del caso, votar en blanco, pero votar; es la
democracia, “el poder de la gente”.
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