Muy pocos arquitectos hemos señalado
el que en los medios de comunicación no suele darse el crédito del responsable
del proyecto del que hablan, promocionan o simplemente mencionan. Y menos aun
somos los que hemos protestado, como lo acaba de hacer pertinentemente el
arquitecto Willy Drews, cuyas dos cartas a la revista Semana al respecto de su “información”, llena de
datos irrelevantes sobre el Centro
Internacional de Convenciones Ágora, en la edición 1850, fueron groseramente ignoradas (Arquitectos anónimos, Torre de Babel,
12/12/2017). Pero la Sociedad Colombiana de Arquitectos, SCA, y las facultades
y escuelas de arquitectura del país al parecer ni se han enterado.
El hecho, mucho mas grave de lo que
al parecer cree este gremio profesional, es que en las ciudades colombianas la
arquitectura, incluyendo el urbanismo y el paisajismo, suelen ser ignoradas. Al
punto de que en Cali, por ejemplo, no se considera que el director de su
Secretaria de Planeación deba ser un reconocido profesional en dichas áreas. O
que en las mas importantes decisiones urbanas y arquitectónicas los conceptos
de los arquitectos locales no se tengan en cuenta, como en el caso del POT,
realizado por profesionales foráneos desconocedores de la ciudad; o del PIMU
que sólo se ve como un asunto vial y no urbano, ni mucho menos arquitectónico,
como en realidad lo es.
Cabe preguntarse, además, porque la
Sociedad Colombiana de Arquitectos no sugiere a sus miembros poner una placa
con su nombre como se hace en muchas partes. Y desde luego es el municipio el
que debería obligarlos a hacerlo con los datos completos de la construcción:
nombre del edificio o casa, fecha de construcción, la curaduría urbana que
otorgó el permiso, además del nombre de su arquitecto. No hacerlo es como si
todo este proceso fuera propio de la economía informal, y no tuviera nada que
ver con la ciudad y por tanto con la calidad de vida en ella. En conclusión, no
hacerlo es esconder la corrupción que se da en todo este tema, de la licencia a
la construcción.
Desde diseñadores que fungen de
arquitectos hasta construcciones sin licencia o que no cumplen con los planos
aprobados o que su aprobación fue pagada o que se hizo para conveniencia de la
curaduría respectiva, pasando por toda clase de modificaciones, incluyendo
sobre alturas y demoliciones sin el debido permiso. Y para peor de males el
control posterior ha sido inexistente en esta ciudad, y de ahí la gran
importancia que tiene el que el Municipio haya parado la obra de la Sagrada
Familia, y de la evidencia de la información incompleta o acomodada de parte de
la prensa al respecto. Para no mencionar a los que creen que demoler y
construir mas de lo adecuado y permitido, es desarrollo.
Por lo contrario, construir lo
adecuado para la ciudad y no apenas para la codicia de los diferentes
“interesados” si es desarrollo, y lo paradójico es que no entienden que este
beneficiaria a todos, incluyéndolos a ellos; en eso consiste una civilización
compartida, una política seria y una urbanidad verdadera. Al fin y al cabo, civis, polis y urbs se refieren a lo mismo: la ciudad. Es alarmante que los
ciudadanos no se den cuenta de que en esta se les va la vida, y que por lo
tanto su calidad urbano arquitectónica es primordial; es nuestro hábitat
obligatorio ahora que la mayoría de los colombianos deben vivir en ellas. Una
mejor ciudad es lo que en el fondo buscan los que aquí se van de ellas.
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