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Vivir ciudades. 25.01.2018


Parodiando al arquitecto Manuel Lago, para mejorar a Cali hay que estarse yendo. Vivir otras ciudades para apreciar la propia, y evitar las trampas de la modernidad. Saber ver sus bellos cerros, farallones, cordillera, valle y la otra cordillera enfrente y a lo lejos, lo que tuvo que recordarles a sus fundadores la vega Granadina. Ver en muchas ciudades del mundo que las fachadas urbanas, casi siempre horizontales, están conformadas por fachadas arquitectónicas verticales, permite entender lo equivocado de poner en las calles esas fachadas también horizontales y con retrocesos y salientes de la arquitectura moderna, pensadas para edificios aislados, y no entre medianeras dejando feas culatas.
Entender que arborizar los andenes no sólo mejora el medio ambiente de calles y ciudades, sino que también las vuelve bellas; y en las ciudades del trópico caliente se les da sombra todo el año, y los hace confortables y agradables para caminar, que es el principal componente de la movilidad en una ciudad. En muchas ciudades europeas, basta con recordar a Madrid, se puede comprobar que un “paramento” de arboles puede definir en buena parte una calle y regularizar las fachadas atrás al cubrirlas parcialmente, lo que es de gran ayuda cuando estas son muy irregulares y de diferentes alturas, como es el caso generalizado de Cali, o que con siete pisos basta en lugar de innecesarias “torres”.
El encanto de tantas ciudades estriba sin duda en sus centros históricos, al punto de que varios están amenazados por un turismo invasivo de la vida cotidiana de los lugareños. Por eso excepciones como Granada, en la que la Alhambra concentra a los visitantes y al tiempo es parte muy importante del perfil urbano de la ciudad, que desde el Albaicín goza de su espectáculo arriba y al frente, es un buen ejemplo. Es lo que no entienden los que no ven, esta vez mirando hacia abajo desde el mirador de Belalcázar, la importancia para Cali de que se incluya a San Antonio a lo que quedó de su Centro Histórico, por lo demás el único barrio de tradición colonial que queda en la ciudad.
En conclusión, ver muchas ciudades debería llamar la atención sobre el hecho contundente de que lo que es único en Cali es su quebrado relieve, su agradable clima y su vegetación exuberante, y por lo tanto el paisaje natural en el que se encuentra asentada la ciudad. Hay que comprender que el Parque del Acueducto sería toda un maravilla adecuadamente unido a la colina de San Antonio y con el barrio mismo, y con el parque del mirador de Belalcázar mediante un ancho paso peatonal, acompañado de prado, sobre la avenida de Circunvalación, bajo el cual se podrían ubicar las tradicionales vendedoras de mazorcas sin estorbar la circulación de los vehículos.
Paisaje y clima, recuerdos y amigos, es lo que hace que regresar a Cali sea tan reconfortante como salir de ella. Pero no a la misma parte sino a diferentes lugares, principalmente a las regiones y ciudades que tienen tanto que ver con la tradición urbano arquitectónica de Cali; es decir, a España, especialmente a Andalucía y Extremadura, pero también a Marruecos. Y en América, La Habana, Ciudad de México, Cartagena, Popayán, Quito y Lima, y mas abajo La Paz, Asunción, Montevideo, Buenos Aires y Santiago de Chile. Pero siempre volver a Granada pues por algo decía Ernest Hemingway que: “Todas las ciudades tienen su encanto, Granada el suyo y el de todas las demás”.


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