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El Taller. 25.07.2013


            El Taller Internacional de Arquitectura de la Universidad de los Andes (cuyo fundador, Mario Laserna murió la semana pasada), es toda una experiencia en Cartagena, todo el mes de Julio durante los últimos 27 años. Y también para Cartagena: por algo le dieron al Taller las llaves de la ciudad. 12 veces, junto con los viajes de estudio, ha sido mantenerse al día. Primero cuando lo creó Carlos Morales y lo dirigía Ernesto Moure, y ahora 11 años seguidos, ya dirigido por Carlos Campuzano. Van estrellas, discutibles o no, arquitectos de verdad, profesores que no comen cuento y estudiantes interesados. Cerca de 160 personas de diversos paises.
            Y proyectar un edificio público “nuevo” dentro de una ciudad “vieja”, es sin duda el mejor tema para hablar de todo lo que implica cada proyecto, una lección de arquitectura per se, pero también de lo que significa como ejercicio académico, y sobre todo para recordar la teoría e historia de la arquitectura, lo mas importante. No la de estilos, épocas y arquitectos, mas propia de la historia del arte, sino la de los hechos arquitectónicos, muy pocos por cierto, y su trascendencia, que es mucha, pero que prefieren  no ver los que viven de la moda, y que lamentablemente ignoran nuestros “ciudadanos” y alcaldes.
            Desde las rampas de los zigurats que ascienden al cielo buscando dioses, y que al no encontrarlos dieron paso a verdaderos oasis construidos entre grandes patios porticados, en medio del desierto, para que hombres, sacerdotes y faraones se ocuparan de la tierra y del mas allá, y de cuyas salas hipóstilas sugirieron los templos perípteros griegos, que los romanos transformaron en muchos diferentes edificios públicos, pero todos con prácticos arcos, bóvedas y cúpulas de medio punto, y uno de ellos, la basílica, fue usado después para un dios nuevo, y mas tarde los arcos se volvieron ojivales y los contrafuertes se retiraron atrás de ligeras y coloridas vidrieras,  gracias a los arbotantes, mientras el Islam hacía lo suyo, tan bello y tan nuestro ya hibridado con lo sorprendente que aquí ya había, hasta que se redescubrió la antigüedad clásica, que después los decimonónicos simplificaron como lo habrían hecho los romanos, hasta que los modernos creyendo hacer una arquitectura sin estilos, crearon de la mano de nuevos materiales (vidrio y acero) uno nuevo: la arquitectura moderna, pronto dejada atrás por el posmodernismo de moda como por lo verdaderamente posmoderno: la sostenibilidad, contextualidad, seguridad, funcionalidad y confort y placer de los edificios, como en la arquitectura vernácula de siempre, como en Cartagena donde no es sino mirar bien para verlo.
            Mucho enseña esta ciudad si se la vive con tiempo. Comparar Bocagrande con el recinto amurallado de casas, calles estrechas y pequeñas plazas, que no viven los que van en carro hasta la puerta de donde vayan… para que los vean, confirmando la ideología social del automóvil que diría André Gorz (Le Sauvage, 1973). Ciudades así, pero sin carros y muy eficientes en el uso de agua y energía, son la alternativa. Como Masdar (recurso en árabe), que Norman Foster diseñó en Abu Dabi (Luis Fernández-Galiano, El País, Madrid, 02/03/2010). Por eso, al ser en Cartagena, el Taller de los Andes es un verdadero aprendizaje: cuentos confrontados con hechos.


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