El Taller
Internacional de Arquitectura de la Universidad de los Andes (cuyo fundador,
Mario Laserna murió la semana pasada), es toda una experiencia en Cartagena,
todo el mes de Julio durante los últimos 27 años. Y también para Cartagena: por
algo le dieron al Taller las llaves de la ciudad. 12 veces, junto con los
viajes de estudio, ha sido mantenerse al día. Primero cuando lo creó Carlos
Morales y lo dirigía Ernesto Moure, y ahora 11 años seguidos, ya dirigido por
Carlos Campuzano. Van estrellas, discutibles o no, arquitectos de verdad,
profesores que no comen cuento y estudiantes interesados. Cerca de 160 personas
de diversos paises.
Y
proyectar un edificio público “nuevo” dentro de una ciudad “vieja”, es sin duda
el mejor tema para hablar de todo lo que implica cada proyecto, una lección de
arquitectura per se, pero también de lo que significa como ejercicio académico,
y sobre todo para recordar la teoría e historia de la arquitectura, lo mas
importante. No la de estilos, épocas y arquitectos, mas propia de la historia
del arte, sino la de los hechos arquitectónicos, muy pocos por cierto, y su
trascendencia, que es mucha, pero que prefieren
no ver los que viven de la moda, y que lamentablemente ignoran nuestros
“ciudadanos” y alcaldes.
Desde las
rampas de los zigurats que ascienden al cielo buscando dioses, y que al no
encontrarlos dieron paso a verdaderos oasis construidos entre grandes patios
porticados, en medio del desierto, para que hombres, sacerdotes y faraones se
ocuparan de la tierra y del mas allá, y de cuyas salas hipóstilas sugirieron los
templos perípteros griegos, que los romanos transformaron en muchos diferentes
edificios públicos, pero todos con prácticos arcos, bóvedas y cúpulas de medio
punto, y uno de ellos, la basílica, fue usado después para un dios nuevo, y mas
tarde los arcos se volvieron ojivales y los contrafuertes se retiraron atrás de
ligeras y coloridas vidrieras, gracias a
los arbotantes, mientras el Islam hacía lo suyo, tan bello y tan nuestro ya
hibridado con lo sorprendente que aquí ya había, hasta que se redescubrió la
antigüedad clásica, que después los decimonónicos simplificaron como lo habrían
hecho los romanos, hasta que los modernos creyendo hacer una arquitectura sin
estilos, crearon de la mano de nuevos materiales (vidrio y acero) uno nuevo: la
arquitectura moderna, pronto dejada atrás por el posmodernismo de moda como por
lo verdaderamente posmoderno: la sostenibilidad, contextualidad, seguridad,
funcionalidad y confort y placer de los edificios, como en la arquitectura
vernácula de siempre, como en Cartagena donde no es sino mirar bien para verlo.
Mucho
enseña esta ciudad si se la vive con tiempo. Comparar Bocagrande con el recinto
amurallado de casas, calles estrechas y pequeñas plazas, que no viven los que
van en carro hasta la puerta de donde vayan… para que los vean, confirmando la ideología social del automóvil que diría André Gorz (Le Sauvage, 1973). Ciudades así, pero sin
carros y muy eficientes en el uso de agua y energía, son la alternativa. Como
Masdar (recurso en árabe), que Norman Foster diseñó en Abu Dabi (Luis Fernández-Galiano, El País, Madrid,
02/03/2010). Por
eso, al ser en Cartagena, el Taller de los Andes es un verdadero aprendizaje:
cuentos confrontados con hechos.
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