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El TIAC. 13.08.2009

Por 23 años el Taller Internacional de Arquitectura  de Cartagena, de la Universidad de los Andes, nos ha reunido a hablar de arquitectura, como dice el arquitecto Carlos Campuzano, su actual Director junto con Felipe González-Pacheco. Esta vez fueron 127 estudiantes, una cuarta parte colombianos y el resto de México, Ecuador, Argentina, Chile, Brasil y España, y algunos de Costa Rica y Alemania, pero también han ido de Venezuela, Perú, Estados Unidos e Italia, y 45 profesores de las mismas procedencias. De muchas partes menos de Cali. Alguna vez fueron de nuestras dos escuelas, e incluso la de los Andes, por iniciativa del arquitecto Carlos Morales, creador del TIAC y por esa época su Decano, y quien tanto ha hecho por la enseñanza de la arquitectura con sus foros internacionales e intercambios de estudiantes y profesores, becó a un par de la del Valle. Al menos podríamos premiar a nuestros mejores alumnos validándoles los créditos que otorga el Taller. Redundaría en una mejor enseñanza aquí, y en una mejor arquitectura para una ciudad tan necesitada de ella.
          Convivir y trabajar con compañeros desconocidos y de otras partes (rumba incluida) es sin duda muy formativo, al punto de que en muchas de las mejores universidades del mundo es obligatorio al menos durante un periodo académico. Y lo mismo se puede decir de los profesores. Marginarse de este evento, como lamentablemente lo hacen nuestras escuelas es todo un error, considerando lo difícil y costoso que nos resulta viajar. Ir al Taller de Cartagena es en si mismo todo un viaje, pues muchos de nuestros estudiantes ni siquiera conocen la ciudad y mucho menos Mompox, a la que estando allá es mas fácil ir, lo mismo que a Barranquilla o Santa Marta, como lo hacen con frecuencia los asistentes al Taller en alguno de los fines de semana de ese agitado mes de arquitectura o después. Además también se conocen personajes interesantes, se ven obras aun no muy difundidas por las revistas y se asiste a muchas importantes conferencias, amen de tener la oportunidad de tomar varios seminarios cortos sobre temas como la fotografía o el dibujo.
          Esta vez se vieron, explicadas por sus autores, muchas obras recientes, entre ellas los edificios de hormigón blanco de Francisco Serrano, como las embajadas de México en Berlín y Brasilia, ciudades a las que todo arquitecto debería ir, o las casas en el aire de Marcos Acayaba, en Sao Paulo, que casi no tocan las fuertes pendientes arborizadas en las que están, o un acertado pabellón provisional de exposiciones en Chile de Felipe Assadi, realizado con materiales reciclados, o una muy interesante biblioteca en Santiago de Compostela, de Andrés  Perea, que obliga a visitar otra vez esa bellísima ciudad para comprobar que es como “calzada” al lote, y que su doble fachada de vidrio impide que sea una “pecera” (tan de moda aquí en pleno trópico), pero que no deja de reflejar su entorno histórico, sumándose a él. Finalmente, la arquitecta María Elvira Madriñán presentó la obra de Rogelio Salmona, la que es importante ver de nuevo en ese contexto internacional para comprobar otra vez que tiene mucho que enseñarnos, en lo que hubiera estado de acuerdo el arquitecto Carlos Mijares, quien no pudo asistir.

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