Originadas a partir del urbanismo y arquitectura coloniales y con las mismas equivocadas modernizaciones posteriores son ciudades sin estaciones. Son Quito y Popayán, Caracas y Cali, y Cartagena, Puerto Cabello y Santa Marta, Portobelo y Mompox, Guayaquil y Barranquilla, San Cristóbal y Cúcuta, y muchas mas. Con una misma geografía e historia deberíamos volver a ser un solo país pero además del comercio, como pensaba Hernán Echavarria, con la cultura. Todos leemos a García Márquez, Bolívar y Manuelita se amaron en Santafé, los Wayúu y el joropo tienen doble nacionalidad, las 4x4 de la Guajira son venezolanas y mejor que nos invadiera José Antonio Abreu con su Sistema de orquestas juveniles y no las Milicias Bolivarianas de Chávez. A Panamá hay mas de diez vuelos diarios y la mitad de sus centros comerciales son franquicias colombianas, igual que muchas prostitutas. Las armas “robadas” en Venezuela vienen a parar a las FARC, que “descansan" allá, y que trafican coca a ambos lados de la selvática frontera con Ecuador, con o sin Correa, y en donde se venden los carros robados aquí.
Caracas y Cali tienen la misma altura sobre el nivel del mar, apenas las separan unos pocos grados de latitud, y están en valles andinos, cerca al mar, por lo que su clima y paisaje son semejantes. Por eso el Edificio Venezolano, que ese país nos donó después de la explosión de 1956, queda tan bien aquí. Fue diseñado, siguiendo el modelo de las grandes unidades de vivienda de Le Corbusier, por el equipo de Carlos Raúl Villanueva que en el gobierno de Pérez Jiménez se había encargado de la realización de muchos edificios similares en los cerros de Caracas. Hasta hace unos pocos años conservaba sus colores originales, posiblemente debidos a uno de los importantes pintores abstractos de esa época en Venezuela, los que habría que restaurar. Es una lastima que no se concretara la idea de Jaime Galarza, cuando era Rector de la Universidad del Valle, de que el arquitecto Gorka Dorronsoro, colaborador de Villanueva, diseñara galerías para unir sus edificios a la manera de las amplias y estupendas de la Universidad Central de Venezuela, Patrimonio de la Humanidad.
Y lo mismo habría que decir de los encuentros de arquitectos de Caracas y Cali, que inició aquí el profesor Francisco Ramírez con la colaboración de la Cámara de Comercio, que no pasaron del primero, pese a que fue todo un éxito, y que por lo tanto habría que reanudar. Nuestros estudiantes deberían hacer postgrados allá y en Quito, en la Universidad de San Francisco, por ejemplo, como lo vienen haciendo algunos en la Escuela de arquitectura y diseño de América Latina y el Caribe, Isthmus, en Panamá, en donde precisamente se hará el próximo Seminario de Arquitectura Latinoamericana, SAL. Y nuestra bienal de arquitectura debería ser Grancolombiana, y nuestros concursos, con sus respectivos jurados, deberían incluir siempre a esos tres países, como se hizo hace años con el del edificio para la Facultad de Artes Integradas de la Universidad del Valle (vergonzosamente aun sin terminar). No tiene sentido que tengamos muchos mas intercambios con Sao Paulo, Buenos Aires y Santiago, e incluso con Barcelona, que entre nuestras ciudades hermanas.
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