El pasado martes 18 de Marzo, el Gimnasio Moderno de
Bogotá celebró su primer centenario. Es importante un debate sobre el futuro de sus ideales humanistas y liberales,
para lo cual hay que recordar su pasado, que es parte del de todos sus
egresados pues la primera educación marca.
Su sede, completamente
diferente a la usual de los colegios, fue diseñada por el norteamericano Robert
Farrington, y es un Bien de Interés Cultural de la Nación. Fue terminada en
1918 y después se agregó un gimnasio cubierto, reemplazado, en 2001 por uno
nuevo, incluyendo una piscina cubierta, por Mauricio Pinilla y Christian
Binkele, quienes ganaron el concurso respectivo.
Y en 1954 se había
levantado la capilla de Juvenal Moya, con sus delgadas bóvedas y grandes
vitrales, un hito en la arquitectura del país, a la que recientemente se agregó
un discreto cenizario, y su muy importante Centro Cultural, de los gimnasianos
Jorge Rueda y Carlos Morales, es de 1984.
Su
revolucionaria pedagogía daba a los estudiantes confianza, libertad, criterio e
independencia, en un ambiente científico y artístico, en el que El aguilucho era su revista. El colegio
seguía las ideas de Maria Montessori (1870-1952), educadora, médica, psiquiatra, filósofa, antropóloga, bióloga, psicóloga, feminista y humanista italiana, y
de Ovide Decroly (1871-1932), pedagogo, psicólogo, médico y docente belga.
Educar antes que instruir, y que las
humanidades eviten que las ciencias se vuelvan arbitrarias, era lo que pensaba
don Agustín Nieto Caballero (1889-1975), su
fundador y rector por muchos años, cuando regresó de Europa en 1913. Escritor, psicólogo, filósofo y abogado formado en Francia y Estados
Unidos, también fundó el Gimnasio Femenino, en 1927.
Ernesto Bein, (1906-1980), vicerrector y director del internado y
después rector, promovía las artes y ciencias, viajes a Europa y excursiones
por el país. Poliglota (incluyendo griego y latín), caballista, actor,
cocinero, miembro del coro, bailador, pintor, caminante, viajero, fumador de
puros y Doctor en filosofía de la Universidad de Heidelberg, con estudios de
medicina en Londres, “El Prof” fue “el Maestro”.
Del Gimnasio saldrían gentes como
Klim, Fidel Cano, Mario Laserna, Rodolfo Llinas, Luis y Antonio Caballero,
Roberto Junguito, Guillermo Perry, Daniel Samper (los dos), Benjamin Villegas o
Carlos Morales, quien creó La Escuela de Arquitectura y Diseño, Isthmus, en
Panamá, y empresarios y presidentes, nos
gusten o no.
Ir a la biblioteca o al teatro a ver
ensayar o a la sala de música o a los laboratorios,
no era “capar clase”, y la disciplina de confianza impulsada por don Agustín
era justamente afrontar los hechos, reconocer la verdad y asumir su
responsabilidad; o buscar otro colegio.
Rodeado solo por un seto y con varias
entradas y amplias zonas verdes, las clases salieron del aula, se impulsaron
los deportes, no existían castigos sino tareas, había un cineclub y la religión
era una opción privada de los estudiantes.
Que aprendieran que la felicidad la
da el conocimiento, la belleza y el deporte, y que la libertad es un derecho a
conquistar y respetar. Y la pregunta hoy es si con la promoción automática y
sin humanidades ni internados y en colegios encerrados se pueden formar ciudadanos
íntegros, decentes, cultos, curiosos y sensibles.
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