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Historia y arquitectura. 03.04.2014


            Nietzsche pensaba que antes de hablar de arte se debe intentar crear una obra de arte (Citado por O. Pamuk: El novelista ingenuo y el sentimental, 2010, p.142). Lo mismo se puede decir de la arquitectura, aunque analizar a fondo cómo se hace un proyecto y de donde viene y para donde va, sería equivalente, o incluso mejor, que intentar hacer uno. Saber, por ejemplo que para hablar de ciertas casas posmodernas (que no posmodernistas) en Cali, hay que saber que las muchas casas de hacienda del valle del río Cauca vienen de la «almunia» (al-munya), de al-Ándalus, casa de campo rodeada de jardines y tierras de labor, que era, al mismo tiempo, finca de recreo y de explotación (B. Barney y F. Ramírez, La arquitectura de las casa de hacienda del Valle del Alto Cauca, 1994).
            Y la casa de patios de tradición colonial, en su versión de medios patios y solar en manzanas cerradas, como las de San Antonio, viene de las casas romanas alrededor de un atrio descubierto en cuyo centro había un impluvium, un estanque como en los carmenes de Granada, casas quinta con vergel. Y estas , saltándose a Grecia, vienen de los templos egipcios cuya sala hipetra, un patio porticado, es posterior a los pilonos de la entrada, y a la que podía acceder el pueblo, y anterior a la sala hipóstila (bajo columnas), un recinto de cubierta plana sostenida por columnas -un oasis construido- cuyas aberturas altas para tener luz cenital antecedieron al clerestorio de las catedrales medioevales. A esta sala tenia acceso solo la aristocracia, y estaba antes de la cela, el santa sanctórum, de acceso reservado al faraón y los sacerdotes (R. H Wilkinson, The Complete Temples of Ancient Egypt, 2000).
            Por eso hay que aprender a analizar edificios antes de intentar proyectarlos, y hablar con propiedad de la arquitectura en general desde sus arquetipos para encontrar una voz  propia a partir de la propia antigüedad, geográfica e histórica, como los grandes arquitectos (J. S. Ackerman, Palladio, 1966), y no en las revistas y bienales de la moda arquitectónica. El análisis de un edificio hay que hacerlo enfrente del mismo, como el de una obra de arte. Al fin y al cabo, es la única historia que se hace enfrente del hecho mismo (G. C. Argan: La Historia del Arte como Historia de la Ciudad, 1983). Pretender analizar un edificio sin vivirlo o ni siquiera conocerlo, como se suele hacer en las escuelas de arquitectura, es por lo menos incompleto, por decir lo menos.
            La luz, la penumbra y las sombras, la frescura y el paso del viento, el silencio y el recogimiento, no se pueden ver sólo con planos y fotografías, y hay que describirlos. Por eso hay que escoger paradigmas locales, y ahí sí, referirlos a la gran arquitectura del mundo…pero también a la arquitectura vernácula, tan importante y pertinente pero tan desconocida aquí. Además las malocas indígenas del Amazonas representan al universo y allí se encuentra representado todo aquello que sostiene al mundo, así como lo que en él está contenido, es decir, que es mucho lo que puede develar. Esta historia de ciertas casas posmodernas en Cali, producto de búsquedas, encuentros y reencuentros es la que cuenta, cada vez mas completa, el profesor Andrés Erazo en la FAAD de la USB- Cali.

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