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El Museo GGM. 24.04.2014


          Ya en 2007 se propuso en esta columna que el Estado debería adquirir para un museo la casa en Cartagena que en 1991 Rogelio Salmona proyectó para Gabriel García Márquez, pues es una pena que casi nadie ha podido disfrutarla ya que ha estado cerrada por años e incluso a la venta (La casa de G. G. M., 29/03/2007).

          Sería al tiempo un homenaje a su arquitecto, muerto en 2007, al que no le dieron el Premio Pritzker, el Nobel de la arquitectura, por que no se hizo el necesario cabildeo, y el primer latinoamericano en recibir la Medalla Alvar Aalto, tal vez el premio mas serio de la arquitectura mundial. Por lo demás, Salmona también proyectó el Centro Cultural Gabriel García Márquez, del Fondo de Cultura Económica de México, en Bogotá.

          Pero por supuesto no se trata apenas de una casa de recreo como alude a ella Gerald Martin (Gabo 1927-2014, Semana, Edición de colección, 2014). Vale la pena, pues, repetir lo dicho al respecto en la columna de marras recordando una visita a la misma, en compañía de Salmona, cuando ya casi estaba terminada:
          La casa se destaca por su poético patio elevado, que se rodea subiendo o bajando, pues prácticamente no permite otra posibilidad, de tal manera que su tensión, entre la esquina de la entrada a nivel desde la calle y la que termina el recorrido en el piso alto, enfatizada por una atarjea sobre una de sus dos diagonales […], como en muchos de los patios de Salmona, re descubridor de ellos en un Nuevo Mundo en que antes de los españoles ya los tenían también mayas, aztecas e incas, pero que además es oblicua […] lo que resalta lo tridimensional de su espacio, concordando plenamente con la segunda acepción de diagonal: la línea que en un poliedro une dos vértices cualesquiera no situados en la misma cara. En otras palabras, el patio se recorre en tiempo real a lo largo de los catetos del ángulo recto, el primero a nivel y el segundo inclinado suavemente, del triangulo cuya hipotenusa es la diagonal virtual que desprendiéndose de la atarjea vuela hacia el cielo en la primera y rápida lectura que se hace después de entrar, y que permanece en la imaginación y la memoria haciendo rimar entre si las sucesivas visuales que se tienen al escalarlo, por lo que este patio vendría a ser a los de Salmona lo que el Otoño del Patriarca es, a juicio de muchos, incluyendo su autor, a las novelas de García Márquez: el mas interesante, pues es mucho mas que ese “espacio cerrado con paredes o galerías, que en las casas y otros edificios se suele dejar al descubierto” que define el diccionario, por lo que “nuestro hermoso deber es imaginar que hay un laberinto y un hilo [pese a que] nunca daremos con el hilo; acaso lo encontramos y lo perdemos en un acto de fe, en una cadencia, en el sueño, en las palabras que se llaman filosofía o en la mera y sencilla felicidad”, como pensaba Borges” (C. Grau: Borges y la arquitectura, 1968).
          No sería apenas un museo dedicado a García Márquez, sino a toda la literatura colombiana, a la literatura; y a Cartagena de Indias, ciudad a la que aluden varias de sus novelas. Y mas que un museo, sería un centro cultural en donde estarían ejemplares de todas su obras y sus traducciones, como de los muchos trabajos sobre las mismas. Es la oportunidad de que los homenajes del Gobierno no queden sólo en palabras.

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