Ya en 2007 se
propuso en esta columna que el Estado debería adquirir para un museo la casa en
Cartagena que en 1991 Rogelio Salmona proyectó para Gabriel García Márquez, pues
es una pena que casi nadie ha podido disfrutarla ya que ha estado cerrada por
años e incluso a la venta (La casa de G. G. M., 29/03/2007).
Sería
al tiempo un homenaje a su arquitecto, muerto en 2007, al que no le dieron el
Premio Pritzker, el Nobel de la arquitectura, por que no se hizo el necesario
cabildeo, y el primer latinoamericano en recibir la Medalla Alvar Aalto, tal
vez el premio mas serio de la arquitectura mundial. Por lo demás, Salmona
también proyectó el Centro Cultural Gabriel García Márquez, del Fondo de
Cultura Económica de México, en Bogotá.
Pero
por supuesto no se trata apenas de una casa de recreo como alude a ella Gerald
Martin (Gabo 1927-2014, Semana, Edición de colección, 2014). Vale la pena,
pues, repetir lo dicho al respecto en la columna de marras recordando una
visita a la misma, en compañía de Salmona, cuando ya casi estaba terminada:
La casa se destaca
por su poético patio elevado, que se rodea subiendo o bajando, pues prácticamente
no permite otra posibilidad, de tal manera que su tensión, entre la esquina de
la entrada a nivel desde la calle y la que termina el recorrido en el piso
alto, enfatizada por una atarjea sobre una de sus dos diagonales […], como en
muchos de los patios de Salmona, re descubridor de ellos en un Nuevo Mundo en
que antes de los españoles ya los tenían también mayas, aztecas e incas, pero
que además es oblicua […] lo que resalta lo tridimensional de su espacio,
concordando plenamente con la segunda acepción de diagonal: la línea que en un
poliedro une dos vértices cualesquiera no situados en la misma cara. En otras
palabras, el patio se recorre en tiempo real a lo largo de los catetos del
ángulo recto, el primero a nivel y el segundo inclinado suavemente, del
triangulo cuya hipotenusa es la diagonal virtual que desprendiéndose de la
atarjea vuela hacia el cielo en la primera y rápida lectura que se hace después
de entrar, y que permanece en la imaginación y la memoria haciendo rimar entre
si las sucesivas visuales que se tienen al escalarlo, por lo que este patio
vendría a ser a los de Salmona lo que el Otoño
del Patriarca es, a juicio de muchos, incluyendo su autor, a las novelas de
García Márquez: el mas interesante, pues es mucho mas que ese “espacio cerrado
con paredes o galerías, que en las casas y otros edificios se suele dejar al
descubierto” que define el diccionario, por lo que “nuestro hermoso deber es
imaginar que hay un laberinto y un hilo [pese a que] nunca daremos con el hilo;
acaso lo encontramos y lo perdemos en un acto de fe, en una cadencia, en el
sueño, en las palabras que se llaman filosofía o en la mera y sencilla
felicidad”, como pensaba Borges” (C. Grau: Borges y la arquitectura, 1968).
No sería apenas un
museo dedicado a García Márquez, sino a toda la literatura colombiana, a la
literatura; y a Cartagena de Indias, ciudad a la que aluden varias de sus
novelas. Y mas que un museo, sería un centro cultural en donde estarían
ejemplares de todas su obras y sus traducciones, como de los muchos trabajos
sobre las mismas. Es la oportunidad de que los homenajes del Gobierno no queden
sólo en palabras.
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