Dice un comentarista
de esta columna, anónimo, lamentablemente, que su autor es enemigo de Cali. Pasa
por alto que lleva quince años señalando muchos verdaderos enemigos de la
ciudad y sus ciudadanos, pero da la oportunidad de recordarlo. Por ejemplo, los
difícilmente discutibles que se traen a continuación pues por supuesto hay
muchos otros también mencionados aquí.
Para principiar, se ha señalado
a los que atracan en los semáforos y a los que atropellan y matan peatones en las calles
debido a la precariedad de los andenes o que están invadidos por carros y
vendedores, como a la falta de mas semáforos y que estén sincronizados y no se
los pasen en rojo, en lugar de inútiles puentes peatonales que los mas
necesitados no pueden usar y que no podría haber uno en cada cruce que lo
demande, o como esos “policías acostados” que por lo contrario deberían estar
de pie.
También se ha hablado de los
que no cumplen con las normas de seguridad en caso de evacuación de emergencia
en casos de terrorismo, incendio o temblor, en espacios y edificios públicos,
especialmente en los de uso masivo,
algunos de ellos verdaderas trampas mortales, cuyos responsables nunca han
respondido en este país, en donde estos sucesos se toleran dizque por ser de
“fuerza mayor”.
Y se ha mencionado
repetidamente la violencia generada por la falta de respeto por los otros, que
lleva a la violencia entre vecinos, principalmente por el llamado ruido ajeno,
que en Cali se confunde con la alegría, y por las basuras, que ensucian, afean
y contaminan, y el mal comportamiento en los espacios comunes debido a la ausencia
de una cultura ciudadana pues la ciudad ha crecido demasiado rápido.
Igualmente
se ha señalado a los que talan sus árboles, ocultan sus cerros y la cordillera,
contaminan sus ríos y desperdician el agua. O que demuelen o alteran su
patrimonio construido, pese a las normas existentes para preservarlo, y lo
mismo a los que ignoran usos del suelo, retrocesos, aislamientos, alturas y estacionamientos obligatorios, y construyen lo
que se les da la gana y como les da la gana.
E incluso a los que no
entienden que los cerramientos de sus edificios o casas son todos fachadas
comunes que conforman el espacio público: calles, plazas y parques, y las diseñan
y hacen, o modifican o llenan de avisos, como se les da la gana. Pero
igualmente a los que hacen grafiti en ellas, como a los que las usan para
propuestas de arte urbano, buenas o malas, pero sin las autorizaciones
requeridas.
Y para terminar este corto
resumen, también se ha señalado a los que extienden innecesariamente la ciudad,
para beneficio de los terratenientes que la rodean, causando sus crecientes
problemas de movilización. Como a los que mantienen por décadas lotes de
engorde en su centro ampliado, incluso a pocas cuadras de la Plaza de Caicedo, y
peor cuando son de propiedad pública, como el Corredor Férreo.
El hecho es que los verdaderos
enemigos de Cali son los que creen que aquí pueden hacer lo que se les da la
gana, igual que los verdaderos enemigos de la libertad de opinión son los que
tiran el señalamiento pero eluden el dialogo. En este caso la conversación
significativa propia de las ciudades de que habla Mumdord (La cultura de las ciudades, 1938), como se ha buscado en esta
columna no en vano titulada ¿Ciudad?
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