Los
problemas de Bogotá de los que habló en días pasados Camilo Ayerbe Posada en su
columna de El Tiempo (29/10/2014) y otros mas, se han mencionado aquí desde la
primera entrega (La destrucción de una
tradición, 04/05/1998). Pero acertadamente ahora Ayerbe nos recuerda la
atinada recomendación que divulgo “Kelly” Johnson (1910-1990), el célebre ingeniero aeronáutico de la Lockheed:
Keep It Simple, Stupid, KISS; es decir, todo lo
contrario a lo que pasa en este país empecinado en complicar las cosas,
como lo señala él.
Mas
no se trata, por ejemplo, de que los que (des) orientan sus ciudades desde el
sector oficial como desde el privado sean simplemente unos estúpidos, ni mas
faltaba, aunque muchos lo pretenden simular hasta el punto en que se vuelve
casi cierto, como sucede con algunos de ellos. Sencillamente rara vez cuentan
con los conocimientos, experiencias y experticia indicadas pero si con otros
intereses muy simples, en razón de los cuales seleccionan sus consejeros y
colaboradores, manteniéndolos como estúpidos funcionarios aun cuando no
necesariamente lo sean personalmente.
El
hecho es que la prioridad inmediata de los políticos cuando son elegidos para
cargos públicos es, simplemente, cómo pagar sus costosas campañas devolviendo
“favores”, y la de los empresarios, por lo contrario, es velar por el buen
negocio de sus negocios, procurando dichos “favores” pues simplemente ese es su
negocio: permisos para urbanizar tierra agrícola, aun cuando no sea casi
siempre lo indicado, obtener contratos de obras públicas, independientemente de
si son necesarias, y la construcción masiva de viviendas mal diseñadas pero no
de ciudad.
Y, simplemente, a unos y otros, poco
les interesan los grandes pequeños detalles que menciona Ayerbe, desde las
incongruencias del transporte público hasta la falta de basureros en las
calles, pasando por la aventura que es para los peatones en Colombia el
cruzarlas. Y finaliza ¿ingenuamente? proponiendo que los próximos alcaldes
deberían anteponer el lema KISS en todas sus ejecutorias, o que al menos se
limiten a copiar lo que ya está inventado en otras partes, lo que por supuesto
hay que hacer a partir de mantenerlo simple.
Es decir, nada en
exceso, como advierte desde el siglo IV a.EC. el Oráculo de Delfos, pues la
pluralidad no se debe postular sin necesidad, como ya lo señaló William of
Ockham (c.1280–1349), ya que todo exceso resulta insignificante, como precisa
el Príncipe de Talleyrand (1754-1838), y que pretender ser original es un
defecto, como aclara Alain Chauvilliers
(1884-1953). En fin, de nada
mucho, recomendaba el papá de Carlos Campuzano, Director del Taller
Internacional de Cartagena, de la Universidad de los Andes, lo que igualmente
se ha reiterado en esta columna.
Pero es que los estúpidos son los ciudadanos
que votan por los politiqueros de siempre y sus falsas promesas, o, peor, que
ni siquiera votan porque para que. Es tiempo de aplicar a las elecciones de
alcaldes y concejales la recomendación de Kelly Johnson, y simplemente no ser
estúpidos y votar en blanco, si no han surgido mejores candidatos que
antes no tenían ninguna opción, y que cuenten con los conocimientos urbano arquitectónicos
requeridos para planificar una ciudad. Lo que no es nada simple, como tampoco
lo es el beso al que alude el acrónimo KISS.
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