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La Bienal. 20.11.2008

De nuevo solo se vieron planos esquemáticos de los edificios inscritos y unas pocas fotos casi todas de exteriores que ocultan deliberadamente sus entornos. Otra vez el Jurado no pudo ver su realidad en cada ciudad. Ni como “varios […] se han venido deteriorando con el tiempo, han quedado inconclusos o no cumplen a cabalidad sus propósitos porque están en continua reparación”, como concluye con razón un articulo de Semana, en extraña contradicción con la promoción que de esas obras hace. Y que titularon maliciosamente “Vida después de Salmona” e ilustraron como si fuera de farándula con una gran foto posada de uno de sus arquitectos.
          Lo anterior cobra vigencia a la luz del deterioro creciente de la reciente Biblioteca de Santo Domingo en Medellín y el peligroso desprendimiento del recubrimiento de la fachada del nuevo edificio de postgrados de la Universidad de los Andes,  dos de las obras elogiadas en el articulo y  desafortunadamente seleccionadas en la Bienal. Porque desde luego el problema de buena parte de nuestra arquitectura actual no es apenas  su deficiente construcción si no su enfoque equivocado y frívolo que ignora nuestras circunstancias, ocupado en estar a la (penúltima) moda internacional, y su espectáculo mediático, olvidando ver nuestras ciudades y gentes.
          Y de nuevo la biblioteca Virgilio Barco quedó por fuera pues otra vez, como otras importantes obras, tampoco fue inscrita. Para no hablar de los edificios comunes, que son los que conforman las ciudades, la mayoría hoy en manos de especuladores que solo les importa que sean muy rentables. Por su parte la representación de la (mal) llamada vivienda de interés social fue vergonzosa, como dejó constancia el Jurado. Lamentablemente la arquitectura en serie, la de mayor presencia en las ciudades, es la menos difundida y en la que menos se avanza e investiga, desconociéndose absurdamente su verdadera importancia.
          Hay que insistir en que las bienales sean una muestra razonada de la arquitectura aquí y en los países vecinos y no un concurso de arquitectos. Las seccionales de la SCA, apoyándose en las escuelas de arquitectura, deberían inscribir lo mas pertinente de cada región, y trabajar con muchas fotografías (emplazamiento, volúmenes, espacios exteriores e interiores, sistemas constructivos, detalles y uso cotidiano), suficientes planos, y una memoria que respalde cada candidatura. E incluir la arquitectura común y considerar que las intervenciones en el patrimonio, además de un pasado para restauradores son también un presente para todos.
          Un comité de críticos, historiadores, premiados, miembros anteriores, extranjeros, y no arquitectos, debería definir previamente las pautas de una selección de lo mas representativo de todos los temas. Los premios, pocos  y a obras seleccionadas anteriormente, usadas y conocidas, deberían ser ampliamente sustentados. La muestra debería circular acompañada de artículos, debates, conferencias sobre los trabajos teóricos y la promoción del libro respectivo, y no ser una engañosa exposición, poco visitada, de imágenes planas y quietas de construcciones que por lo contrario son complejas en el espacio y se recorren y habitan interior y exteriormente en el tiempo.


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