Los libros sobre nuestras ciudades que
nos dejó Jaques Aprile -Gniset, editados
por el Banco Popular, en 1991 y 1992, contienen muchas páginas de
esclarecedores textos al respecto, junto con planos y gráficos, y donde se interpreta el origen de
algunas ciudades colombianas como Barrancabermeja, Tuluá, El Cerrito, Villarrica
o Puerto Tejada, y con amplios capítulos sobre Cali.
Libros a los
que hay que agregar diversos artículos sobre tan importante tema, como Los Pueblos de Negros Caucanos y la
Fundación de Puerto Tejada. 1994, de la Colección de Autores Vallecaucanos.
Muchos realizados junto con la arquitecta Gilma Mosquera, su compañera y colega
(la preferida de su colección de mariposas, donada al INCIVA, como le dijo a
Sylvia Patiño cuando la fotografiaba para Gaceta), como en Dos ensayos sobre la ciudad colombiana, 1978, publicado por la
Universidad del Valle.
Pero
sin duda lo más sobresaliente es un conjunto de textos a partir de los cuales ha
dado cuenta de los procesos de urbanización, y de la construcción de las
ciudades del país, los cuales son considerados documentos imprescindibles para
comprender las dinámicas que dan lugar a la conformación física y social tanto de
nuestros pequeños poblados como de las actuales
grandes urbes.
Desde
los asentamientos diseñados bajo el modelo físico tradicional de trazado y
emplazamiento junto a los ríos, sobre una meseta, modelo impuesto desde la
colonia según la leyes de Indias de
Carlos V. Pero igualmente el de muchos pueblos campesinos que rompen las
convenciones del modelo cuadriculado de la ciudad señorial, pues se trata de
poblados de filo, que se alejan del plan para subir a la montaña. De estos,
como lo comprobó Aprile -Gniset, hay cantidades en el Valle, Quindío y
Risaralda, que se fundaron como consecuencia de la denominada colonización
antioqueña.
Su tema fue la génesis de la ciudad
colombiana, analizando en frente de los poblados campesinos sus historias, las
que van cambiando hasta convertirse en ciudades marcadamente obreras, que se
van configurando en gran medida a partir de los conflictos propios del
proletariado. Concluyendo, por ejemplo,
en unos veinte” tipos” (como llama a los conquistadores) que arman su toldillo
en un descampado, tumban los árboles y fundan a Cali. Ciudad en donde junto con Griseldino Carvajal, Edgar Vásquez, Margarita
Pacheco y otros mas, estudió esos ejidos que Claudio Borrero ha defendido
incansablemente.
Había nacido en París hace
muchos años; tantos, que según le dijo a Alberto Isaza Gil (10/11/ 2009), ya
casi lo había olvidó. Interesado por el
arte y el diseño, terminó matriculado en el Instituto de Urbanismo de la
Universidad de París, y a pesar de que se retiró sin graduarse, consiguió
trabajar en urbanismo y diseño hasta principios de la década de 1960, cuando se
vio tocado por el debate moral y político de la época, el colonialismo en África
y Asia, y decidió irse en 1962.
Después
de estar unos años en África, llegó a Bogotá en 1966, a la Universidad
Nacional, y después estuvo en la sede de Medellín. En 1975 fue invitado como
profesor de tiempo completo en la entonces Facultad de Arquitectura de la Universidad del Valle, la que le otorgó un
grado honoris causa en arquitectura, en 1987. Aquí se quedó embelesado por el
Pacifico chocoano hasta su muerte el domingo pasado.
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