Son cinco verdes ejemplos de frente al “negro” trastorno del clima y que sin
duda bien reflejan lo cantado por el poeta Aurelio Arturo en Morada al Sur, 1963,
donde mira el verde paisaje de su
infancia con ojos cándidos, y en los que un ala tímida levanta toda la llanura
a la orilla, en estos casos a la de este verde valle. Dichos ejemplos son
cuatro pequeñas manchas verdes, plenas de lozanía y gracia, mas una área verde muy
grande que hace por muchas mas en este bello país donde el verde es de todos
los colores, y no sólo en ese no tan lejano Sur de Aurelio Arturo.
Es el Parque del Acueducto de San Antonio, el más bello de
Cali, y que ojala se uniera por encima de la Avenida de Circunvalación con el
parque del Mirador de Belalcázar. Pero no por un angosto puente peatonal sino
mediante un muy ancho puente con verde pasto y vegetación pequeña, debajo del
cual podrían permanecer con su lozanía las tradicionales vendedoras de ricas
mazorcas, como ya se propuso en esta columna hace años (Nuestro Parque, 04/12/2008), y lo que ojala se
considere en el concurso público del que serán objeto próximamente dichos
parques.
Y muy cerca, en el tradicional y
central barrio de San Antonio, un ala de la ciudad que no es nada tímida, el
verde está es adentro de las casas, como en una de las cuatro que han sido
acertadamente remodeladas en los últimos años, en cuyos cinco patios, hay, en
cuatro de ellos, variados verdes, y en uno de estos reposa un gran estanque que
refleja sus verdes plantas, blancos muros, ocres techumbres y el cielo ya sea
azul o blanco de nubes o negro con o sin brillantes estrellas, y desde luego
los mágicos arreboles de todos los colores de los cortos atardeceres locales.
En Miraflores, carca al centro de la
ciudad, un nuevo pero pequeño edificio, muy respetuoso con las casas vecinas,
es cada vez es mas verde gracias a su antejardín de piedras de río y de manchas
verdes de plantas que trepan por sus muros blancos, justo detrás de su amplio
anden debidamente arborizado con el verde de los árboles tradicionales del
barrio. Verde vegetación que deja cruzar por las celosías y persianas de sus
ventanas sin vidrios la brisa que baja por la tarde de la cordillera, y que ya
da mucha frescura y gracia con sólo verla al llegar al edificio.
Camino a Buenaventura, el cuarto
ejemplo anunciado al inicio, son tres casas de fin de semana, dos a este lado
de la alta y verde cordillera, orilla de este verde valle, y una al otro,
inmersa en un verdadero mar verde de plantas, arbustos, árboles y gran variedad
de pájaros de todos los colores, propios del bosque húmedo tropical que la
rodea. Y al sur de la ciudad, camino al Nariño cuyos sutiles verdes inspiraron
a Aurelio Arturo, un pequeño condominio se “agranda” sensiblemente alrededor de
un muy bello y muy verde mas muy sencillo espacio común de acceso.
Todos los ejemplos, que lo son de una
misma arquitectura compuesta a partir de una tipología de muros blancos y ocres
y de techumbres casi sienas en un paisaje de infinitos verdes, demuestran que
si se puede. Que casi basta con considerar lo muy especial del confortable
clima de la región, su relieve quebrado de “plan” y “loma” y alta cordillera, y
sus verdes paisajes de todos los colores. Que es lo que debe inspirar su nueva tradición
arquitectónica, la que desde luego proviene de su pasado de casas de hacienda
de corredores que miran al paisaje verde y urbanas de verdes patios que son el
paisaje.
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