La corrupción está presente tanto
en el espacio como en el tiempo, de arriba abajo, a la derecha y a la izquierda, atrás y adelante, y del
pasado al futuro lo que desde luego es lo mas preocupante. Y además aquí el
narcotráfico instauró ya hace años la cultura corrupta y violenta de “plata o
plomo” junto con la apenas corrupta de los politiqueros del “como voy yo” de la
que recientemente han escrito tantos como también muchos otros antes y
periódicamente, ya que es algo que afecta a todos.
Precisamente porque la
corrupción es el gran problema en Cali, Colombia o el mundo, sólo que cambiando
mucho sus implicaciones y consecuencias. Ya lo han dicho muchos pero cómo
llevarla “a sus justas proporciones” nadie lo ha propuesto cabalmente que se
sepa o simplemente no convenció, o peor aún, los “ciudadanos” no se dejaron
convencer pues no los “untaron” suficientemente ya que no hay “mermelada” que
alcance para tantos y menos si ni siquiera se ofrece.
Corrupción, dice el Diccionario de Lengua
Española, es tanto la acción como el efecto de corromper, especialmente en las
organizaciones públicas, y consiste en la utilización de las funciones y medios
de aquellas, las mermeladas, o su inverso que son las “coimas”, por ejemplo, en
provecho económico o de otra índole, de sus gestores. Pero igualmente se trata
de la corrupción de las costumbres, o la alteración de la forma de algo echándolo a perder, como una ciudad por ejemplo.
Es lo que viene pasando en Cali
desde los VI Juegos Panamericanos de 1971, alterando y, principalmente,
demoliendo sus edificios mas representativos, y con ellos importantes
testimonios de la historia de la ciudad. Al punto de que hoy es una “urbe”
paradójicamente sin hitos urbanos comunes a todos sus muy nuevos habitantes, lo
que contribuye a su desidia en tanto para defender sus derechos ciudadanos y ni
se diga para cumplir con sus deberes como ciudadanos.
Trastorno urbano que se continúa alimentando
hasta hoy debido a la corrupción existente en las ciudades del país en lo que
tiene que ver con la contratación de las obras públicas, los usos del suelo,
las normas de construcción, la invasión del espacio público o la movilidad en
ellas, sumada a la falta de autoridad y la amenaza nada velada a los que
denuncian públicamente este vergonzoso estado de cosas; o de casas sería mejor
decir, afectando la calidad de vida en ellas.
Pensadores, como Michel Serres, sostienen
que vivimos la mejor época desde hace 3.000 años (El País, Madrid 29/12/2016)
basándose en indicadores como renta, educación, longevidad y salud infantil, y
en Europa, claro, pero al ignorar el trastorno climático y el peligro de un desastre nuclear se equivoca pensando que la
humanidad progresa adecuadamente. Y al ignorar el trastorno urbano en tantas ciudades latinoamericanas pasa
por alto su vasta incidencia en su calidad de vida, de lo que tampoco habla
Alejandro Gaviria (J. L. Londoño, El País, 26/01/201).
Hay que
apoyar iniciativas de verdad contra la corrupción y por la legalización de las
drogas, cuyo tráfico es lo que mas contribuye a ella en el país. Hasta cuándo
estaremos arrodillados ante USA, como lo denuncia Antonio Caballero hace años.
¿Por qué no se sigue el ejemplo de Uruguay? ¿Por qué no han informado mas sobre
qué ha pasado allá con la despenalización de las drogas? ¿O será que la
corrupción, una evolución inteligente del engaño animal, es lo que de verdad
diferencia al ser humano de los otros animales?
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