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Recordatorio. 23.02.2017


   Hablando de las adicciones, Charles Van Doren señala que “existe al menos una […] incomparablemente peor, mucho mas terrible y letal. Se trata de la adicción a la guerra. Pocos o ninguno de los animales que comparten con nosotros la Tierra emprenden guerras” (Breve historia del saber, 1991, p. 622), y concluye diciendo (p. 629) que no ve otra solución “que no sea o bien el derecho o bien la fuerza. El derecho puede que funcione. La fuerza, la fuerza absoluta impuesta por ordenadores que serían benevolentes porque no hay motivos para pensar que no lo sean, funcionaría con toda seguridad.”

     Como ya se dijo en esta columna (01/12/2016) Yubal Noah Harari nos ha informado  que esos computadores ya existen, pero se pregunta: “¿Qué es mas valioso: la inteligencia o la conciencia?” y contesta con otra pregunta “¿Qué le ocurrirá a la sociedad, a la política y a la vida cotidiana cuando algoritmos no conscientes pero muy inteligentes nos conozcan mejor que nosotros mismos?” (Homo Deus. Breve historia del mañana, 2016. p. 431).
         
      Entretanto, en Cali, como si no bastara con la amenaza de una guerra nuclear, cuyo sordo rumor con la elección de Trump se siente por todos lados, ante la que apenas podemos protestar (cosa que no hacemos), ni con los problemas que se veían venir con el proceso de paz (evidentes para muchos de los que votamos “no” en el plebiscito), ni con el trastorno del clima cada vez más indiscutible, ni con la corrupción actual, ya tan lejos de sus “justas proporciones”, hay varios asuntos urgentes que resolver, si es que en verdad somos optimistas de frente al futuro de las siguientes generaciones.
      
     Ya se sabe qué pasaría si se rompe el jarillón pero nada se ha previsto por si eso pasa antes de que se termine su reforzamiento. Ni tampoco hay un plan de emergencia en caso de un temblor mayor. Nada hay en concreto sobre el abastecimiento de agua potable. Y se continúan dando palos de ciego con respecto al Mio, pues no se entiende que es apenas una parte del problema del transporte público en la ciudad, que comienza con los andenes y termina con el tren de cercanías por el corredor férreo, que así pasaría a ser la columna vertebral de Cali, prolongado a Pereira y Santander de Quilichao, y a Palmira, claro.

     Y, por último, está la falta de un verdadero plan urbano para su crecimiento en las próximas décadas, realizado por diversos profesionales con conocimientos y experiencia en el tema, y no por funcionarios desconocedores del mismo, como un director de Planeación Nacional que consideró que andenes y plazoletas son obras “estéticas” y le ordenó públicamente a Metrocali que abandonara su construcción, como informa el profesor Carlos Botero en Caliescribe.com (18/02/2017). Toda una hibris, que era como los griegos llamaban a la soberbia, y Némesis a la diosa que la castigaba, como recuerda Van Doren (p. 78).

   En resumen, ignorancia y corrupción son la hibris de los políticos colombianos (una democracia hereditaria como se ha dicho), por lo que lo mejor que podrían hacer los abanderados de la anticorrupción sería promocionar el voto en blanco pues si este ganara podrían competir entre ellos, en cambio de, divididos, de seguro perder ante los candidatos del uribismo o el antiuribismo. Votar en blanco es votar por el reciclaje de las elecciones en contra del reciclaje de los políticos y en consecuencia contra la corrupción y por la paz de verdad. De la mano de esta némésis actual ganarían ciudades y ciudadanos.


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