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Mala educación. 01.08.2019


  En las ciudades la mala educación afecta los cinco sentidos y no solamente es el trato descortés con los demás en los espacios familiares como la vivienda, el edificio o el condominio; o públicos como las calles, avenidas, plazas, parques y zonas verdes; o de uso público como los centros comerciales, mercados, cines, paraderos, escenarios deportivos y demás. Otra cosa es que no se entienda que pintarrajear una fachada pueda ser tan insultante como un grito, o producir ruido ajeno, o interferir en la superficie de los andenes, o generar olores de comidas sin considerar si son del gusto de los otros, a excepción del pan que le gusta a todo el mundo, pero en sus diversas modalidades claro.

  Principiando con la vista: qué más mala educación que la de la propaganda exterior y sobre todo las vallas aéreas y mucho peor iluminadas de noche invadiendo la privacidad de los vecinos. O hacer pintadas en cualquier parte sin permiso o sin considerar a los que obligatoriamente las tienen que ver enfrente de sus casas, como también esas casas que mas bien parecen “pintadas”. Es no entender que las fachadas aunque son de propiedad privada cumplen también con una función pública como lo es conformar una calle que es de todos y principalmente de sus vecinos inmediatos, y entre vecinos su convivencia comienza por la buena educación en su trato mutuo.

  Siguiendo con el oído, qué peor educación que generar ruido ajeno, desde el que obliga a taparse los oídos pues estos, a diferencia de los ojos no se pueden cerrar o mirar hacia otro lado, hasta la música a todo volumen que sencillamente no tiene por qué gustarle a todos. Es también la mala educación de los que pitan todo el tiempo para todo, los que en los hostales de San Antonio hablan a gritos por la noche como si estuvieran sordos, o sus vulgares carcajadas. Y qué tal el helicóptero de la Policía bombardeando “música” por todas partes de la ciudad en el pasado Diciembre como si con el ruido de los carros y la algarabía de la feria no fuera suficiente.

  Continuando con el tacto, y es desde luego un asunto también de urbanidad, que mala educación es rozar a los peatones en las calles o, igualmente, aunque no lo parezca de entrada, no considerar correctamente las superficies que inevitablemente los demás tienen que tocar, como pasamanos de barandas o escaleras en espacios públicos o de uso público, al punto de que se vuelven “arranca dedos”, o mucho peor poner terminados lisos o irregulares en los andenes que dificultan el caminar por ellos o que terminan con alguien en el suelo. Y por supuesto es mala educación llenar el aire de olores ajenos y peor cuando lo contaminan.

  Lo paradójico es que cuando se entra en contacto con la gente en Cali, lo que es más fácil que en otras partes, esta suele muy ser amable y servicial, por lo que sorprende su mal comportamiento en el espacio urbano público en el que la atarbaneria es pan de cada día: no es sino abrir la puerta y salir a la calle y encontrarse con que todo se atraviesa: los peatones, las bicicletas, las motos, los carros, y por supuesto las pintadas y el ruido. En conclusión, es claro que se precisa mucha mas educación cívica al respecto, es decir mas instrucción a propósito de hasta donde se puede intervenir en el espacio urbano público, cómo usarlo y como comportarse en el mismo.

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