En las ciudades la mala
educación afecta los cinco sentidos y no solamente es el trato descortés con
los demás en los espacios familiares como la vivienda, el edificio o el
condominio; o públicos como las calles, avenidas, plazas, parques y zonas
verdes; o de uso público como los centros comerciales, mercados, cines,
paraderos, escenarios deportivos y demás. Otra cosa es que no se entienda que
pintarrajear una fachada pueda ser tan insultante como un grito, o producir
ruido ajeno, o interferir en la superficie de los andenes, o generar olores de
comidas sin considerar si son del gusto de los otros, a excepción del pan que
le gusta a todo el mundo, pero en sus diversas modalidades claro.
Principiando con la vista:
qué más mala educación que la de la propaganda exterior y sobre todo las vallas
aéreas y mucho peor iluminadas de noche invadiendo la privacidad de los
vecinos. O hacer pintadas en cualquier parte sin permiso o sin considerar a los
que obligatoriamente las tienen que ver enfrente de sus casas, como también
esas casas que mas bien parecen “pintadas”. Es no entender que las fachadas
aunque son de propiedad privada cumplen también con una función pública como lo
es conformar una calle que es de todos y principalmente de sus vecinos
inmediatos, y entre vecinos su convivencia comienza por la buena educación en
su trato mutuo.
Siguiendo con el oído, qué
peor educación que generar ruido ajeno, desde el que obliga a taparse los oídos
pues estos, a diferencia de los ojos no se pueden cerrar o mirar hacia otro
lado, hasta la música a todo volumen que sencillamente no tiene por qué
gustarle a todos. Es también la mala educación de los que pitan todo el tiempo
para todo, los que en los hostales de San Antonio hablan a gritos por la noche
como si estuvieran sordos, o sus vulgares carcajadas. Y qué tal el helicóptero
de la Policía bombardeando “música” por todas partes de la ciudad en el pasado
Diciembre como si con el ruido de los carros y la algarabía de la feria no
fuera suficiente.
Continuando con el tacto, y es desde luego un asunto también de
urbanidad, que mala educación es rozar a los peatones en las calles o,
igualmente, aunque no lo parezca de entrada, no considerar correctamente las
superficies que inevitablemente los demás tienen que tocar, como pasamanos de
barandas o escaleras en espacios públicos o de uso público, al punto de que se
vuelven “arranca dedos”, o mucho peor poner terminados lisos o irregulares en
los andenes que dificultan el caminar por ellos o que terminan con alguien en
el suelo. Y por supuesto es mala educación llenar el aire de olores ajenos y
peor cuando lo contaminan.
Lo paradójico es que cuando
se entra en contacto con la gente en Cali, lo que es más fácil que en otras
partes, esta suele muy ser amable y servicial, por lo que sorprende su mal
comportamiento en el espacio urbano público en el que la atarbaneria es pan de
cada día: no es sino abrir la puerta y salir a la calle y encontrarse con que
todo se atraviesa: los peatones, las bicicletas, las motos, los carros, y por
supuesto las pintadas y el ruido. En conclusión, es claro que se precisa mucha
mas educación cívica al respecto, es decir mas instrucción a propósito de hasta
donde se puede intervenir en el espacio urbano público, cómo usarlo y como
comportarse en el mismo.
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