Generar energía con combustibles fósiles causa la mayoría de las
emisiones de CO2 que contribuyen al calentamiento global, y los edificios son
los que mas la consumen para su climatización e iluminación. Las fachadas
blancas serían una solución barata al reflejar la radiación solar, además de
usar hormigón claro y no asfalto oscuro en calles y carreteras. Como señaló
Steven Chu, Nobel de Física, si se hiciera en cien grandes ciudades seria tan
efectivo como parar todos los carros del mundo 10 años.
California, dando de nuevo
el ejemplo, ya aprobó nuevas normas en ese sentido para sus edificios, las que
se comienzan a aplicar en todas partes pues no tienen grandes intereses
comerciales en contra. Edificios blancos ayudarían en el trópico caliente y
templado a evitar el uso de aire acondicionado y junto con andenes claros de
hormigón se crearía un ambiente urbano mas fresco, al tiempo que los interiores
blancos permitirían aprovechar la luz natural casi doce horas diarias durante
todo el año.
Pero igual lo del blanco es
un asunto cultural, como la blanca arquitectura de Andalucía y Extremadura que
se repitió de California a la Patagonia, en especial en Colombia, Venezuela y
Ecuador, con excepciones como Cartagena, o Mompox o Santa Marta en menor grado,
donde se usaron colores, como después de la Independencia, por su simbolismo
político, o el ocre para repeler los insectos que transmiten la fiebre amarilla
y el paludismo, cómo se había descubierto con el Canal de Panamá.
Y en San Antonio en Cali
por el individualismo de algunos que no valoran la tradición del barrio ni lo
que esto significa culturalmente para sus habitantes y la ciudad, y desde luego
para el medio ambiente. Como se puede comprobar en viejas fotografías San
Antonio fue totalmente blanco, razón por la que las normas vigentes al respecto
indican el uso de colores claros y prohíbe los enchapes, pero nada dicen de
cubrir totalmente las fachadas con enredaderas, las que se podan tanto que
parecen de plástico.
En el valle del río Cauca
el encalado se comenzó a usar apenas a mediados del siglo XIX, para desinfectar
y limpiar, pero después el blanco se acentuó con el neoclásico y la influencia
del “pueblo español” de la Exposición
Internacional de Barcelona de 1929, y se generalizó con la posterior llegada
del Español Californiano y de la arquitectura moderna inspirada, en cuanto al
color se refiere, en el blanco prístino de la arquitectura vernácula de las
islas griegas de Mediterráneo.
Además de ser muy efectivo
en nuestros climas tropicales, en los que usar cal es lo mejor pues además de
reflejar la luz del Sol, sin brillar, y disminuir la radiación que penetra a
los edificios, contrasta con la vegetación, frondosa, variada y verde, y enfatiza
el carácter uniforme, nítido, sereno y neutro que deben tener las calles. Su
uso, muy económico, puede minimizar el caos visual pues unifica y neutraliza
sin llegar a la monotonía, y las techumbres lo separan de los cielos lechosos.
Su positiva transformación se
puede comprobar con la vieja invasión de Siloé, cuando se la pintó toda de
blanco logrando su uniformidad espacial, y con ella la identificación de sus
problemáticos habitantes con su barrio mejorando su convivencia. Este color
purificador infunde sencillez, ingenuidad, armonía y paz, es el de la luz
solar, no descompuesta en los colores del espectro, y su luminosidad propia o
reflejada es intensa, y además la cal “limpia” en varios sentidos, lo que urge
en San Antonio.
Comentarios
Publicar un comentario