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San Antonio blanco. 08.08.2019


Generar energía con combustibles fósiles causa la mayoría de las emisiones de CO2 que contribuyen al calentamiento global, y los edificios son los que mas la consumen para su climatización e iluminación. Las fachadas blancas serían una solución barata al reflejar la radiación solar, además de usar hormigón claro y no asfalto oscuro en calles y carreteras. Como señaló Steven Chu, Nobel de Física, si se hiciera en cien grandes ciudades seria tan efectivo como parar todos los carros del mundo 10 años.

  California, dando de nuevo el ejemplo, ya aprobó nuevas normas en ese sentido para sus edificios, las que se comienzan a aplicar en todas partes pues no tienen grandes intereses comerciales en contra. Edificios blancos ayudarían en el trópico caliente y templado a evitar el uso de aire acondicionado y junto con andenes claros de hormigón se crearía un ambiente urbano mas fresco, al tiempo que los interiores blancos permitirían aprovechar la luz natural casi doce horas diarias durante todo el año.

  Pero igual lo del blanco es un asunto cultural, como la blanca arquitectura de Andalucía y Extremadura que se repitió de California a la Patagonia, en especial en Colombia, Venezuela y Ecuador, con excepciones como Cartagena, o Mompox o Santa Marta en menor grado, donde se usaron colores, como después de la Independencia, por su simbolismo político, o el ocre para repeler los insectos que transmiten la fiebre amarilla y el paludismo, cómo se había descubierto con el Canal de Panamá.

  Y en San Antonio en Cali por el individualismo de algunos que no valoran la tradición del barrio ni lo que esto significa culturalmente para sus habitantes y la ciudad, y desde luego para el medio ambiente. Como se puede comprobar en viejas fotografías San Antonio fue totalmente blanco, razón por la que las normas vigentes al respecto indican el uso de colores claros y prohíbe los enchapes, pero nada dicen de cubrir totalmente las fachadas con enredaderas, las que se podan tanto que parecen de plástico.

  En el valle del río Cauca el encalado se comenzó a usar apenas a mediados del siglo XIX, para desinfectar y limpiar, pero después el blanco se acentuó con el neoclásico y la influencia del  “pueblo español” de la Exposición Internacional de Barcelona de 1929, y se generalizó con la posterior llegada del Español Californiano y de la arquitectura moderna inspirada, en cuanto al color se refiere, en el blanco prístino de la arquitectura vernácula de las islas griegas de Mediterráneo.

  Además de ser muy efectivo en nuestros climas tropicales, en los que usar cal es lo mejor pues además de reflejar la luz del Sol, sin brillar, y disminuir la radiación que penetra a los edificios, contrasta con la vegetación, frondosa, variada y verde, y enfatiza el carácter uniforme, nítido, sereno y neutro que deben tener las calles. Su uso, muy económico, puede minimizar el caos visual pues unifica y neutraliza sin llegar a la monotonía, y las techumbres lo separan de los cielos lechosos.

  Su positiva transformación se puede comprobar con la vieja invasión de Siloé, cuando se la pintó toda de blanco logrando su uniformidad espacial, y con ella la identificación de sus problemáticos habitantes con su barrio mejorando su convivencia. Este color purificador infunde sencillez, ingenuidad, armonía y paz, es el de la luz solar, no descompuesta en los colores del espectro, y su luminosidad propia o reflejada es intensa, y además la cal “limpia” en varios sentidos, lo que urge en San Antonio.

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