A los muchos y muy merecidos eventos para conmemorar los 150 años
de la publicación de la novela de Jorge Isaacs en 1867, hay que agregar a sus
muchas ediciones posteriores la ilustrada con fotografías de Sylvia Patiño, de 2002,
como también María / A South American
Romance, su primera traducción al ingles, hecha por Rollo Ogden en 1890 y
completada por José Spitzer-Uribe para su edición de 2012,
también ilustrada por ella, ambas de editorSPatino, lo mismo que no pocos
trabajos sobre las casas de hacienda en el valle del río Cauca, tan ligadas como
están a María y a sus paisajes, y no
por nada la más conocida y visitada de las casas de hacienda de la región.
Comenzando por
Demetrio García y Vásquez, Los Hacendados
de la otra banda y la banda de Cali, 1928; Santiago Sebastián, Arquitectura Colonial en Popayán y Valle del
Cauca, l965; Germán Téllez, La Casa de hacienda, 1975 y 2007; María
Antonia Garcés y Helena Mogollón, Haciendas
Coloniales II", l978; Fernando Cruz Cronfly, En busca de María, los baños del Paraíso, 1984; el autor de esta
columna en compañía de Francisco Ramírez, La
arquitectura de las casas de hacienda en el Valle del alto Cauca, 1994; y
el trabajo que actualmente adelanta Andrés Erazo sobre la Transmisión y transformación del espacio bajo
cubierta… . A los que hay que sumar El Alférez Real, 1886, de Eustaquio
Palacios, igualmente ilustrado y re editado por Sylvia Patiño, en 2003.
La importancia de la arquitectura en
la literatura, especialmente en novelas y cuentos, es grande, como se puede ver
en el libro Umberto Eco, Apostillas al
Nombre de la rosa, 1985, y en el de Willy Drews, Arquitectura en prosa, 2016. Así es en La casa leída, 1996, de Amparo Osorio y Gonzalo
Márquez Cristo; El
manantial, 1943, de Ayn Rand; los Cuentos de la Alhambra, 1832, de Washington Irving; Casa tomada, 1946, de Julio Cortázar; El amor en los tiempos del cólera, 1985, y
Del amor y otros demonios, 1994, de
Gabriel García Márquez; Los pilares de la Tierra, 1989, de Ken Follett; El arquitecto del
universo, 2015, de Elif Shafak; entre muchos, no sobra decir.
Como se anunciaba en la
exposición 'Arquitectura Escrita', 2010, en el Parque de las Ciencias de
Granada, “puede decirse que en muchos escritores subyace necesariamente un
arquitecto, un creador de espacios. Aunque, también a la inversa, la historia
de la arquitectura no está sólo hecha de edificios o ciudades reales, sino de
esas imágenes y textos que plasmaron los proyectos o sueños utópicos y nunca
pasaron del papel”, y se mencionan “algunos espacios ideados por escritores
como Umberto Eco, Federico García Lorca, Jorge Luis Borges o Italo Calvino”;
aunque en el caso de Isaacs es justo lo contrario: la casa y su vivencia en
ella lo llevan a idear su novela.
Posteriormente,
en 2016, la Universidad de Granada invita al seminario “Casas de citas. Lugares de encuentro de la
Literatura y la Arquitectura […] planteado como uno de los lugares
de confluencia de la arquitectura [la
casa] y la literatura [la cita]”.
Relación de la que no queda duda alguna después de leer a Isaacs cuando describe la casa de la hacienda La
Rita también del papá de Isaacs: “ La casa grande y antigua, rodeada de
cocoteros y mangos, destacaba su techumbre cenicienta y alicaída sobre el alto
y tupido bosque del cacaotal.” (edición de Sylvia Patiño, 2002, p/f.
76, p. 78); o, “ya esa casa cerrada y sus contornos solitarios y silenciosos:
¡entonces el amor que nacía y ya el amor sin esperanza! (p/f. 264, p. 265).
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