Aunque Karl Marx no se interesó por
la arquitectura en sí, al contrario de otros pensadores como Ludwig Wittgenstein (Carla Carmona, Wittgenstein, 2015), sus comentarios
sobre el fetichismo de la mercancía (José Manuel Bermudo, Marx / del ágora al mercado, 2015) son claramente aplicables a la
arquitectura actual, buena parte de ella mera mercancía, incluso para vender más
mercancías, desde materiales para cualquier obra, a cualquier cosa como en
cualquier supermercado, incluyendo su obsolescencia programada. Es evidente su
carácter de fetiche “fantasmagórico”, “enigmático”, “misterioso”, “místico” o
“ilusorio” del que habla Marx aludiendo a la mercancía (p. 119).
A la mirada ingenua, superficial o
ignorante del comprador, que sólo ve su valor de uso, o la del mercader, que
sólo ve su valor de cambio, o la del economista, que sólo ve un mero resultado
del trabajo humano, la mercancía –en este caso, la arquitectura- no les revela
su misterio que, en el caso de esta, nace
de la necesidad de habitar y de glorificar, y que es nuestro principal medio de
orientación en el mundo, como dice Juhani Pallasmaa (Hämeenlinna,
1936- ) arquitecto y teórico
finlandés (La imagen corpórea, 2011,
p. 158 ). Que además de funcionar bien, emocione, como insistía Rogelio Salmona
(Paris 1927- 2007 Bogotá), quien sí que lo consiguió en muchas de sus obras en
Colombia.
En palabras de Marx, lo que sucede
al pasar del “producto del trabajo” a la “mercancía” es que no se afecta la cosa sino su figura (p.120), la que a su vez determina su ser al imponerle sus
propias funciones (p. 121), reduciéndola sólo a aquello que se pueda llevar al
mercado, “…es el fetichismo que se les pega a los productos del trabajo en
cuanto se producen como mercancías y que, por lo tanto, es inseparable de la
producción mercantil” (p. 122). Justamente, lo que sucede con la arquitectura
cuando se vuelve meramente mercancía, es decir, una extracción de plusvalía
intrínseca al capitalismo, como lo es asimismo el fetichismo en cuanto
producción mercantil (p. 123).
Si las mercancías siguen
en el ámbito de lo mercantil, seguirán siéndolo, y los productores –en este
caso, los arquitectos- habrán de seguir sus exigencias (p. 125). Por esto es necesaria una visión crítica de la
arquitectura profesional actual, y su enseñanza. Además hay nuevos
requerimientos como su sostenibilidad, la captación de energía solar, usar todo
lo construido, y que sea fácilmente adecuable, renovable y, finalmente, reciclable,
utilizando los nuevos sistemas de construcción y los nuevos especialistas
necesarios, en un trabajo interdisciplinario. Y, desde luego, está lo
contextual, que exige considerar para cada obra el entorno inmediato y por
supuesto el clima, paisajes y tradiciones de la ciudad.
La lucha de Marx, dice Bermudo
(p.117), es contra la enajenación y el fetichismo (veneración excesiva) propios del capitalismo. Sin embargo, los resultados en este sentido
en los países socialistas -y en la arquitectura- dejan mucho que desear. No
queda mas que educar a los compradores… y a los arquitectos. Como señala Pallasmaa hay que mostrar los
edificios en su contexto paisajístico, cultural y social, y no como objetos
estéticos independientes, y encontrarse con la arquitectura y su lugar y no
apenas verla (p. 158 ). Y pensar en los primeros puestos mundiales de
los países nórdicos en educación, economía, competitividad,
derechos civiles, calidad de vida y desarrollo humano.
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