El conocimiento del pasado, y no
apenas del presente, que el ser humano transmite creando expectativas para el
futuro, lo distingue de los animales. Este ser autoconsciente (Popper y Eccles, El
yo y su cerebro, 1977), conforma poco a poco costumbres, símbolos y mitos.
Las primeras generan tradiciones y hábitos, los segundos gustos y artesanías
que alimentan el arte, y los últimos tabúes y religiones que finalmente generan
la ley para organizar la vida, la historia para recordarla y la filosofía para
pensarla, que, para explicarla, se transforma en ciencia, la que permite
dialogar civilizadamente con hechos y no con prejuicios (Carl Sagan, El mundo y sus demonios, 1995).
De la guerra por el poder deriva el
deporte que, con el arte, terminó en sólo un espectáculo que regresa a la
violencia con cada “barra brava”. Y como decía Mahatma Gandhi “nadie puede
hacer el bien en un espacio de su vida mientras hace daño en otro. La vida es
un todo indivisible” (Arquifrases.com), y aunque no se puede generalizar casi
de nada, cabe preguntar si es posible que los de una subversión que, cada vez
mas narcotraficantes, tanto daño le han hecho al país, ahora le vayan a hacer
bien en la política, cada vez mas corrupta. Porque, al contrarío de Maduro, Pepe
Mojica, una sola persona, es una ejemplar excepción, y “políticamente
incorrecto” como lo define su biógrafo Sergio Israel.
Y hoy lo que hay es mucho de todo: muchas
bombas atómicas, muchos trastornos climáticos, mucha gente consumiendo y
contaminando cada vez mas; y cada vez mas políticos pero menos política y menos
verdaderas polis pues en ellas cada
vez hay mas arquitectos pero menos arquitectura. Por eso “¿Qué es la arquitectura? y 100 preguntas
mas” un pequeño libro escrito en
2016 por los arquitectos daneses Rasmus Waern (1961- ) y Gert Wingärdh (1951- )
lo deberían leer todos los ciudadanos para que les ayude a sacar mas y mejor
provecho de sus ciudades, esos escenarios en el que se pasan la vida juntos, y
desde luego sus alcaldes, concejales y funcionarios municipales.
En lugar de izquierda o derecha,
arriba o abajo, mirar adelante y pensar cómo salvar la naturaleza. Que la
filosofía se base mas en la ciencia, como propone Peter Watson (Convergencias, 2016), que el arte
reencuentre su rumbo (Avelina Lésper, El
fraude del arte contemporáneo, 2015), y poner la técnica en su sitio, incluyendo
la arquitectura y las ciudades que conforma. Que la unión libre lo sea para todo
tipo de parejas y que puedan adoptar niños, previa comprobación de solvencia
ética, educativa, de salud, económica y legal, y lo mismo para los propios. Que
se legalicen el alcohol y las drogas, donde no causen problemas a otros, y el
aborto y la muerte digna, solicitada por la persona, o su familia si es el caso
pero avalada por un consejo médico.
Que se eliminen las fronteras y la
gente “sea” de la ciudad y región en donde habite permanentemente. Que lo público
prime sobre lo privado. Que la Justicia sea laica, pronta, impoluta y radical,
y se actualice periódicamente. Que el voto sea obligatorio y las mayorías lo
sean de verdad y no esa idiotez de la mitad mas uno. Que los ciudadanos elijan a
sus representantes a los Concejos, las Asambleas y el Congreso, y los distintos
gremios y universidades nombren los suyos a cada una de esas instancias, y ya
juntos que designen alcaldes, gobernadores y presidente: un gobierno
democrático y civil. No soñar si que cuesta pues se deja también de pensar.
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