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Nuestro Parque. 04.12.2008

Los verdes y luminosos prados que vemos entre sombras negras de variados árboles y jirones de cielo y muros de piedra a los dos lados de la Circunvalación, entre el Acueducto y el Mirador de Belalcázar, pues hay que insistir en que los parques, como los paisajes, se recorren y miran, son lo que en la memoria colectiva de la ciudad reconocemos varias generaciones de caleños como el Parque del Acueducto. En este “Jardín Histórico”, como es considerado dentro de sus bienes patrimoniales y apenas una parte del área que el POT  define como parque de escala urbana, existen, según la CVC, más de 65 especies de aves y 80 de árboles. Sumado a la adyacente colina de San Antonio, cuya bella capilla mudéjar es un Monumento Nacional (Decreto 1148 de Abril de 1997) y al simbólico Mirador de Belalcázar, conforma sin duda el espacio urbano público mas  accesible, democrático, bello y representativo de Cali. Allí se levantaba un gran pesebre para las navidades, que se eliminó por los problemas de transito que ocasionaba, pero aun se venden las típicas mazorcas e ilumina su gran ceiba.
          Esta zona verde de cerca de diez hectáreas, y hoy con el equipamiento mínimo necesario para su buen uso, es cada día mejor y mas visitada. No precisa intervenciones especiales, aparte, si acaso, de retirar los “mogadores” que últimamente le pusieron, pues un “pulmón verde”, también hay que insistir, es precisamente silencio, tranquilidad, prado, senderos,  bancas, muchos árboles, ardillas y pájaros, alguna fuente discreta y cantarina o un monumento, los que ya tiene. Otra cosa es que se le proporcione mayor seguridad, aprovechando el CAI que existe allí, que se garantice su mantenimiento y limpieza actuales, se preserven sus ecosistemas, y se hagan muchas mejoras en las áreas aledañas al otro lado de la planta del Acueducto. Y que bueno un paso muy amplio, inclinado y verde sobre la Circunvalación y así aumentar su área e incluso, ahí si, ampliar la vía, debajo del mismo, y hacer algunos estacionamientos, que quedarían ocultos. Allí se podrían vender las mazorcas sin los inconvenientes actuales, favoreciendo toda la zona.
Esta remata desde el siglo XVI el eje del poder político-religioso de la ciudad vieja, que­ unía simbólicamente disímiles sectores sociales en torno a su propia iglesia a lo largo de la Calle de Buenaventura (Cr. 4), mientras el del comercio­, de fines del XVIII,  se desprendía perpendicularmente hacia Popayán (Cl. 8). A partir de la Plaza Mayor, donde estaba el Cabildo, la Alcaldía, la Cárcel y el Cuartel, se extiende hacia el Valle con San Agustín, sin perdón demolida, y Santo Domingo. Y, hacia la Cordillera, con  La Merced, seguida, rodeando la Colina de San Antonio­, por su Capilla de 1744 (E. Vásquez: Historia del desarrollo urbano de Cali, 1982). Mas arriba se hizo en 1778 el acueducto que abasteció las pilas públicas de la ciudad, y los franciscanos iniciaron otro en 1870. En 1916 se inicio uno a presión que forma parte del de San Antonio, cuya planta y parque se inauguraron en 1930 (A. Gómez y otros: Historia de Cali  (1536-1986), 1986). Son nuestra geografía e historia, fotografiadas por Sylvia Patiño en su bello libro, Agua  en la vida de Cali, y que hay que hacer respetar.

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