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¿Objetos o edificios? 17.11.2011

            Como tanto insistió Rogelio Salmona, y que por supuesto se puede corroborar en toda su vasta obra, en arquitectura es escaso lo que se crea y mucho lo que se recrea. Tratándose de edificios, y no apenas de objetos, solo es posible alguna de las muchas variaciones y combinaciones de las pocas formas geométricas básicas que existen. Pero cuando solamente se imitan reinterpretaciones hechas por otros y en otra parte, se cae en el engaño de hacer que aquí parezcan lo que ni siquiera son allá. Mas en últimas lo que importa es lo que se copia, la pertinencia de hacerlo y la manera como se hace, que es lo que diferencia el burdo plagio de la verdadera superación. Como dijo T. S. Eliot, los poetas maduros no imitan sino que roban, y por supuesto roban solo lo que tiene valor para su propia poesía.
            Pero tal parece que algunos de “nuestros” jóvenes arquitectos de moda apenas se contentan con imitar esas ”novedades” europeas ya pasadas de moda que nos llegan en las revistas, las que a su vez imitan las revistas de aquí, que incluso imitan sus nombres, sin importar las diferencias de climas, paisajes, tradiciones y circunstancias, y que son mas de decoración que de arquitectura. Para peor de males, en Cali se imita lo que imitan en Bogotá y últimamente en Medellín, cuyas copias están tan de moda que las  están copiando en la capital, como las olas del Parque del Bicentenario que pretenden cubrir el de la Independencia. El hecho es que la mayoría de las veces lo que tiene que ver con la belleza se reduce al gusto, y nos han vendido la idea de que lo mas importante es su supuesta novedad.
            Infundio que se utiliza para vender la mala arquitectura que en general construye el negocio inmobiliario, dañando nuestras ciudades desde que la buena arquitectura fue  reemplazada por la mala economía, y que nos ha llevado a que veamos edificios si acaso atractivos y no ciudades definitivamente feas. Ciudades en las que debido a su rápido crecimiento en la segunda mitad del siglo XX, como es el caso extremo de Cali, el suelo urbano se convirtió en un negocio especulativo, y la arquitectura en pura moda y espectáculo, dejando de lado que hoy es vital que nos ocupemos de la sostenibilidad de los edificios y de la contextualidad de los tejidos urbanos que siempre son pre existentes, estética incluida. No es sino ver esos insípidos edificios repetidos ad nauseam en la Circunvalación y que tapan la vista a la cordillera y la brisa de la tarde.
            Que el MoMA de Nueva York  escoja un par de maquetas de edificios de Giancarlo Mazzanti, que no modelos, planos y fotografías, como aplaudió bobamente la revista Semana hace unos días hablando de “grandes ligas” como si se tratará de un deporte, solo demuestra que allá apenas les interesa promover una estética “moderna” que ante la crisis de la pintura quieren remplazar con objetos que les gustan o que se parecen a lo que les gusta, como el bellísimo reloj negro y sin números ni rayas diseñado especialmente para el museo, en el que había que adivinar la hora, o esos cubiertos tan llamativos pero que no se supo si también servían para comer, que vendían en su almacén, pero que siempre estaban agotados. Objetos que se nutren de la moda, de la que se ha dicho que es el buen gusto de los idiotas.


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