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Paro/polis/ políticas. 27.11.2019


      El paro del pasado jueves 21 debería dejar en claro que es antidemocrático aprovecharse de una manifestación pacífica para introducir el desorden y el terrorismo o simplemente para robar o dar paso al vandalismo (ver Caliescribe.com, 23/11/2019); y está el alto costo económico para todos cuando una manifestación se sale de las manos de sus gestores y del control de la Policía paralizando las actividades comerciales de toda la ciudad, y está el impacto sicológico que de diversas maneras afecta a sus habitantes. En últimas, hay que entender el diseño de la polis en función de la política para asegurar la movilidad y las diferentes actividades en toda la ciudad, lo que hay que considerar en los planes viales y de uso del suelo.

    El uso de las calles y parques para manifestarse públicamente en grupo es un derecho fundamental de la democracia y una de las funciones de las plazas es justamente permitirlo ordenadamente; de ahí la importancia histórica de estas, desde el ágora griega, para permitir las manifestaciones sin afectar la totalidad de la ciudad, y lo mismo el uso de las grandes avenidas ceremoniales, y respetar así el derecho de los otros a realizar sin problemas sus actividades cotidianas ya previstas. Control cívico y seguridad que por lo demás debe garantizar la Policía, para lo cual debe contar con un pie de fuerza adecuado y suficiente, con el que infortunadamente este país no cuenta, lo que ya se señaló aquí (Seguridad urbana, 15/09/2016).

   En Cali habría que ampliar el Paseo Bolívar, incluyendo la plazoleta del Correo, con la Av. 2 N por debajo, permitiendo la concentración de muchas personas desde el CAM hasta el Palacio de Justicia, para lo que habría que allanar y peatonalizar de día lo que falta de la Cl. 12, y también la 10, con un puente sobre el río, para vincular la Gobernación y la Plaza de San Francisco, con parqueadero debajo, con la plazoleta de la Caleñidad que ya lo tiene; y recuperar la Plaza de Caicedo como tal, ampliándola sobre la Cr. 5, que pasaría por debajo dando acceso a un parqueadero bajo las calles que la rodean y reduciendo la Cr. 4, pero por supuesto conservando sus palmeras, y su uso actual de parque trasladado al Paseo del río.

    Como ya se dijo hace 20 años en esta columna (¡Por favor!, 21/10/98) a inicios del Siglo XX en Colombia, a excepción de la de Villa de Leyva, las plazas fueron equivocadamente convertidas en parques como la vieja Plaza Mayor de Cali, a la que previamente se había cambiado de nombre, por el de Parque de Caicedo, imitando al parque iniciado por Nariño en la antigua Plaza Mayor de Santa Fe, imitando a su vez a los revolucionarios franceses que buscando un símbolo que remplazara a los de la monarquía y la iglesia, recordaron el amor de Rousseau por la naturaleza e inventaron los Árboles de la Libertad, y ordenaron la siembra de árboles en el centro de las plazas que representaran la flora de cada región de Francia.

    Y también ya se dijo aquí (La ciudad: gente y artefacto, 22/2/2001) que “en Cali hace falta una idea clara y culta de lo que es una ciudad, y entender que el artefacto es tan importante como la situación social, económica y política de sus habitantes y que influye decisivamente en ellas. Falta un Alcalde que sepa que polis alude a la ciudad material tanto como a la convivencia creativa y democrática de sus ciudadanos; que no se deje tramar con embelecos como el de la capital de la cultura o como se llame, cuando los peatones tienen que correr para poder pasar las calles.” ¿Habrá que realizar una marcha para que los que hoy manejan la ciudad desde lo público como desde lo empresarial comprendan pacíficamente lo de polis y política?

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