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Agua, vida, ciudad, baño y ‘vida’ 20.11.2019


     El agua es el elemento básico de la vida, y conforma más de la mitad del cuerpo humano; agua que habría que dársela a las ciudades que no la tienen y a los baños justamente para darles más vida. El agua está presente en las ciudades más bellas del mundo, al lado del mar, o de grandes o pequeños lagos, o cruzadas por sendos ríos. La lista es asaz larga, y cada cual puede hacer la propia, en la que muchos incluirían a Chicago, Nueva York, la Habana o Cartagena de Indias, y desde luego a Venecia y Ámsterdam y quizás, más poco probable, a Manaos; pero basta con recordar a Río de Janeiro, la más bella, que tiene mar, laguna y ríos además de altos morros; y, ¿qué sería de Brasilia sin su lago?

    Y en la Alhambra y el Generalife, ‘jardín del arquitecto’, el agua está presente por todas partes siendo imponente en el Patio de la alberca donde lo alarga y duplica sus dos cortas fachadas opuestas, y su gran baño da envidia de la buena; y también tiene agua alrededor con los cuatro ríos que cruzan a Granada: Beiro, Monachil, Aguas Blancas, Darro y Dílar, y más allá el Genil. Pero Cali, aunque tiene siete, uno llamado precisamente ‘el río de la ciudad’ y otro grande, el río Cauca, y varias quebradas, es como si no los tuviera pues la ciudad estúpidamente cada vez más les da la espalda y poco cuida de sus fuentes en la cordillera, al punto de tener pronto problemas de abastecimiento.

    La tradición del baño viene desde la antigüedad pero en la cultura hispanomusulmana tiene su apogeo, el que infortunadamente no llegó al Nuevo Mundo junto con la lengua y la arquitectura. Afortunadamente el baño en el trópico caliente y medio lo practicaban los indígenas en sus corrientosos ríos, tradición que pasó a las haciendas en las que lo tomaba toda la familia en una quebrada cercana y los paseos de los domingos eran a un sancocho de gallina al lado de un río; y las casas más importantes los tuvieron muy bellos y de inmersión a un lado de sus patios y quedan un par, aunque el de Cañasgordas, cerca de Cali, en un ala de la casa misma, parece ser un invento de su primer restaurador, el pintor Luis Alberto Acuña.

     La ducha en el baño, o sea el baño con agua, es de lo que se deberían ocupar ahora los arquitectos, y algunos ya lo han hecho, y no limitarse a copiar el soso baño de la arquitectura moderna, pequeño, encerrado y oscuro; que tengan iluminación y ventilación naturales y que sus duchas sean amplias y con vista, ya sea a un pequeño patio interior, bastaría una matera, o al exterior cuando esta aisladas en medio de jardines. Que bañarse sea un placer y no apenas lavarse, lo que permitiría empezar mejor el día. Más ‘vida’ y no apenas aseo es lo que demandan las buenas viviendas y no más área inútil pues en sus tacaños balcones ni siquiera se puede guindar una hamaca y ni se diga dos.

   Otra cosa es beber agua acompañando las comidas, como era lo usual en Cali hasta mediados del Siglo XX, pues aun cuando el agua sea de una fuente cristalina y pura sin duda es mejor el vino, como dice el viejo dicho, ya que sin duda da más sabor y ‘vida’ a la vida. Y qué rico sería poder beberlo al lado del río de la ciudad como se puede hacer en el Obelisco, al lado de La Tertulia, acompañado de ricas empanadas y del violín de una bonita y educada inmigrante venezolana (si es que ya no se ha ido) y lo más apartado que se pueda de los ruidosos carros de la Avenida Colombia. Vino, ciudad y vida halagados al fondo por las corrientosas aguas del río.

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