La
recurrente “idea” tercermundista de cambiarle el nombre a los problemas, esta
vez a la Avenida Colombia, después de ser reconocida por tres generaciones como
tal, pues para 1943 ya estaba terminada, indica varias cosas. La primera es que
se la deformó tanto entre la Calle Quinta y La Ermita que ya no se la reconoce,
afirmando olímpicamente que la Avenida Colombia, con nombre y todo, pasa es por
el paso subterráneo, que no túnel, que se construyó debajo, y que el nuevo
nombre es sólo para lo que insisten en llamar plazoleta, serie de plazoletas,
rambla, paseo, o bulevar, y que en realidad es un malecón tonto. Con razón lo
del “hundimiento” de la Avenida, pues se la entiende como una vía para carros y
no un paseo para gente. Pero tratándose
de Alexandre Pétion, primer Presidente de Haití, debería ser, en consecuencia,
“boulevard”, en francés, lo que al menos variaría la tontería de los “close” y
“open” de los almacenes muy “in” de CaMi, que es como habría que proponer que
se actualice el nombre de esta ¿ciudad? tan patas arriba, como lo es lo que
¿piensa? Sirirí para La Ermita.
Lo
segundo es que esa incapacidad en Cali para unir cosas (andenes con buses y
estos y bicicletas con trenes, por ejemplo, o corredores verdes con corredores
de transporte con corredores de vivienda, o la “C” de la Calle Quinta con la
“C” invertida de la mal llamada Autopista Suroriental para que conformen una
curveada “Z” en lugar de mas puentes inútiles como ya se han propuesto) se
evidencia también en desunir lo ya unido. Por ejemplo, la Avenida Colombia con
la Avenida Uribe Uribe, que fue la idea, esa sí una idea y bella, de Hernando
Guerrero en su Informe de Labores de 1921 al Concejo
de Cali, del que era su Presidente, como se relató en la esta
columna hace ya catorce años. O, también por ejemplo, el sistema de ciudades
del valle del río Cauca, que unía el Ferrocarril del Pacifico, al que hoy con
seguridad le estarían cambiado el nombre por “Ferrocarril de la Capital
Universal del Deporte de 2013” porque a ese grado, ya no de tontería sino
esquizofrenia, se está llegando. Alelados, fatuos, simples,
pasmados, escasos de entendimiento o razón, como dice el diccionario.
Por supuesto el que se hubieran
limitado a construir el paso subterráneo, propuesto en la columna mencionada desde
el Hotel Intercontinental, y ampliado y arborizado los andenes a todo lo largo
de la Avenida Colombia, conservando su nombre y carácter, por supuesto, chocaría
con la esquizofrenia que campea aquí. Ese dividir,
escindir, hendir, romper, que significa su nombre en griego. Como
se decía en la primera entrega de esta columna, en 1998: “Esta preocupante destrucción del patrimonio urbano y
arquitectónico colombiano, solo explicable por la codicia, la corrupción y la
ignorancia, es quizás más acentuada en el sur-occidente que en ninguna otra de
sus regiones. De Pasto a Manizales, pasando por Palmira, Cartago, Armenia y
Pereira, para nombrar solo las más grandes, sus poblaciones cada vez tienen más
puentes pero menos casas "viejas" y las que quedan están ya tan
descontextualizadas que no tienen sentido urbano, o tan maltratadas que han
perdido sus méritos arquitectónicos y solo les restan los históricos. Santander
de Quilichao, Caloto, y Buga son excepciones que peligran.”
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