En
su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura de 1990, Octavio Paz
decía que la búsqueda de la modernidad llevó a los mejicanos a descubrir su
antigüedad, y ha constatar que había un puente entre ellas. “Aisladas, las
tradiciones se petrifican y las modernidades se volatilizan; en conjunción, una
anima a la otra y la otra le responde dándole peso y gravedad” (Citado por
Fernando Savater: Las ciudades y los
escritores, 2013. p. 188). Pero, también
pensaba Paz que “nada le gana a uno más animadversiones que haber
tenido razón antes que los demás” (p. 176). Y lo que ya es insólito es que se
mantengan por encima de la razón ya comprobada.
Antes
las ciudades y su arquitectura en general cambiaban muy poco a lo largo de
siglos, pero hoy lo hacen mucho en pocas décadas. En Cali, el puente entre los
pocos edificios antiguos que había a principios del siglo XX, y los muchísimos
de la “modernidad” de principios del XXI, literalmente se demolió hasta sus
bases con motivo de los Juegos Panamericanos de 1971. Hoy la supuesta
arquitectura de “actualidad”, que se está haciendo y que se aplaude porque
dizque le cambia la cara a la ciudad (pese a que se la considera “bonita”), se
volatiliza en pocos días pues ya nada le da peso y gravedad, por mas
colorinches que se le pongan , incluso sólo rojo.
El
hecho es que nuestra antigüedad, al contrario de México o Perú, es precaria y
poco estudiada. De lo prehispánico casi no hay nada, y buena parte de lo poco
que había colonial se demolió (ladrillos viejos todavía hay quien lo dice).
Pero lo mismo pasó con lo verdaderamente moderno de la mitad del siglo XX,
arquitectura que sí mantuvo un puente con lo colonial reinterpretando sus
patios, corredores y aleros. Es como si políticos, negociantes y contratistas
estuvieran empeñados en maquillar la ciudad de la mano de arquitectos sin
cultura, arraigo ni ética profesional. Que no entienden eso de apoyarse en el
pasado –no lo tienen- para darle peso y gravedad a lo nuevo.
Qué hacer para que vean
que no hacen apenas edificios sino que completan partes de la ciudad. Que en la
arquitectura de patios de la colonia (abiertos en las casas de hacienda y
cerrados en las urbanas, propios de manzanas compactas de calles de paramentos
continuos), estriba la solución de los problemas mas acuciosos de la ciudad.
Sería mas densa y por tanto con mejor intercomunicación, y mas segura. Y mas
sostenible pues seria fácil remodelar
sin tener que demoler, y con una mejor climatización pasiva. Y mas bella al evitar que sus tradiciones se
petrifiquen y su modernidad se volatilice, pues la belleza urbana ante todo es
lograr un acertado orden edilicio.
Precisamente la verdadera postmodernidad en arquitectura
consiste en transitar por ese puente de la cultura del que habla Octavio Paz.
Es lo que hicieron los mejores arquitectos modernos en Iberoamérica: Rogelio Salmona, Luis Barragán u Oscar
Niemeyer. Y que actualmente continúan haciendo los pocos que aquí no se han
entregado al negocio del espectáculo decadente de la arquitectura de penúltima
moda, que en Cali todavía tragan entero sus muy nuevos ciudadanos. Se puede
comprobar con varias de las sedes de los recientes Juegos Mundiales, ya que la
única equivocación no ha sido la vergonzosa “L” por la cual nadie responde.
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