Debería ser obligatorio el examen a fondo, previo y público, de las 21 grandes obras que piensan realizar en Cali. No solo porque serán pagadas por los contribuyentes, los que tienen el derecho pero sobre todo el deber de hacerlo, como lo reclamó en días pasados Mapi Velasco, sino para no repetir la experiencia de la Malla Vial del Valle (puentes sin carreteras y carreteras sin puentes), la PETAR (por años casi terminada), la Circunvalación (costó y se demoró el doble y no quedó bien), el Basuro de Navarro (ahí esta y ahí se queda) y el MIO (que se inaugura cada año). Pero sobre todo porque cambiarán irreversiblemente la ciudad, como pasó con los Juegos Panamericanos de 1971. Es urgente comprobar que estén integradas en un plan urbano general, que sean funcionales y necesarias, a la luz de la crisis económica actual, y que contribuyan a que Cali sea de nuevo bella.
Cartagena, por ejemplo, lo es por su bahía, que garantiza un puerto seguro, y por sus murallas y fortificaciones, que se levantaron para que fuera una plaza fuerte, y porque tuvo la suerte de estar al pie de la Popa, lo que además llevó a San Felipe, el mas bello castillo de España en el Nuevo Mundo. O el Partenón, que en lo alto de la Acrópolis no solo ha embellecido a Atenas por 25 siglos sino a Occidente todo. Es el resultado de su función de templo de Palas Atenea, símbolo del imperio ateniense y deposito del tesoro para financiar sus guerras contra los persas, sin duda una necesidad apremiante. Por eso, después de que fue destruido por ellos, Pericles ordeno a Fidias su reconstrucción, el doble de grande, lo que Ictino y Calicrates hicieron tan bien que influyó la arquitectura occidental hasta hace poco.
En Cali nos han dicho que esas grandes obras son para mejorar su movilización, por ejemplo, pero por supuesto han callado que los políticos tienen que repartir contratos y los contratistas obtenerlos. Poco importa que sean indispensables y se supone que son funcionales por ser diseñadas por “expertos”, pasando por alto que en general estos han dejado de pensar y solo saben, como dicen que dijo Frank Lloyd Wright. Pero lo peor es cuando en lugar de comprobar que su necesidad y funcionalidad es lo que las hará bellas, como se sabía desde mucho antes de Vitrubio, nos dicen que le cambiaran la cara a la ciudad, como si tocara hacerlo, imbuidos vulgarmente en que esta debe ser la capital de la silicona.
Sin embargo, todos podríamos ganar si las analizamos a partir de un conocimiento culto de las ciudades y de Cali en particular. Primero las que afectarán directamente en su centro ampliado y después el resto y las que tienen que ver con su área metropolitana. Dicho foro lo podría organizar la Sociedad de Mejoras Publicas en colaboración con la Sociedad Colombiana de Arquitectos y la Asociación de Ingenieros del Valle, y sus resultados podrían ser divulgados oportunamente por El País. Por su parte, la Cámara de Comercio de Cali tendría que respondernos sobre su propuesta de un parque temático del agua, pues tal y como lo anunciaron inicialmente seria una mega obra mas, y sus inconvenientes en el Parque del Acueducto ya han sido ampliamente demostrados, así como las normas y leyes que prohíben hacerlo allí.
Cartagena, por ejemplo, lo es por su bahía, que garantiza un puerto seguro, y por sus murallas y fortificaciones, que se levantaron para que fuera una plaza fuerte, y porque tuvo la suerte de estar al pie de la Popa, lo que además llevó a San Felipe, el mas bello castillo de España en el Nuevo Mundo. O el Partenón, que en lo alto de la Acrópolis no solo ha embellecido a Atenas por 25 siglos sino a Occidente todo. Es el resultado de su función de templo de Palas Atenea, símbolo del imperio ateniense y deposito del tesoro para financiar sus guerras contra los persas, sin duda una necesidad apremiante. Por eso, después de que fue destruido por ellos, Pericles ordeno a Fidias su reconstrucción, el doble de grande, lo que Ictino y Calicrates hicieron tan bien que influyó la arquitectura occidental hasta hace poco.
En Cali nos han dicho que esas grandes obras son para mejorar su movilización, por ejemplo, pero por supuesto han callado que los políticos tienen que repartir contratos y los contratistas obtenerlos. Poco importa que sean indispensables y se supone que son funcionales por ser diseñadas por “expertos”, pasando por alto que en general estos han dejado de pensar y solo saben, como dicen que dijo Frank Lloyd Wright. Pero lo peor es cuando en lugar de comprobar que su necesidad y funcionalidad es lo que las hará bellas, como se sabía desde mucho antes de Vitrubio, nos dicen que le cambiaran la cara a la ciudad, como si tocara hacerlo, imbuidos vulgarmente en que esta debe ser la capital de la silicona.
Sin embargo, todos podríamos ganar si las analizamos a partir de un conocimiento culto de las ciudades y de Cali en particular. Primero las que afectarán directamente en su centro ampliado y después el resto y las que tienen que ver con su área metropolitana. Dicho foro lo podría organizar la Sociedad de Mejoras Publicas en colaboración con la Sociedad Colombiana de Arquitectos y la Asociación de Ingenieros del Valle, y sus resultados podrían ser divulgados oportunamente por El País. Por su parte, la Cámara de Comercio de Cali tendría que respondernos sobre su propuesta de un parque temático del agua, pues tal y como lo anunciaron inicialmente seria una mega obra mas, y sus inconvenientes en el Parque del Acueducto ya han sido ampliamente demostrados, así como las normas y leyes que prohíben hacerlo allí.
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