Muchas decisiones importantes para la ciudad, publicas y privadas, no se toman aquí.
Fue el Gobierno Central el que nos cambio el tren ligero por el Mio (si acaso habría que haber reemplazado los trenes por buses bi-articulados pero se tendría que haber conservado el uso del corredor férreo), y ahora nos quieren urbanizar los ejidos a la brava con su ayuda. Y los alcaldes de los municipios vecinos se oponen al área metropolitana de Cali (en la que tanto se ha insistido en esta columna) pasando por alto que es en ellos en donde está el aeropuerto, las dos zonas industriales de la ciudad, su central de abastos, su centro de eventos, su nuevo estadio, sus cementerios y hasta la salsa, y que allí vive parte de sus habitantes y casi toda su numerosa población flotante. Nada les dice que Bogotá, Medellín, Barranquilla, Bucaramanga, Cartagena y Pereira ya la tengan, de una forma u otra. El hecho es que dos de las primeras y mas importantes iniciativas de la actual administración no están siendo analizadas seriamente, si no rechazadas desde afuera para contento de los que aquí no les conviene.
Tal vez somos una capital muy reciente comparada con las mencionadas arriba, y aun no somos dueños de nuestro destino. Pero el ejemplo cercano de Pereira y Armenia nos debería abrir los ojos. Tenemos que pensar en un nuevo Departamento del Valle, como dice Guy Henry, ex investigador del CIAT, para lograr el desarrollo de su enorme potencial. Aparte de darle autonomía a Buenaventura, habría que regularizar en el valle del río Cauca tres zonas considerando su historia y geografía, y sus diferentes necesidades y anhelos, como dice él. Al norte, Cartago; al sur, Palmira, Cali y Santander de Quilachao; y en el centro, Tulua y Buga. Y trasladar a esta última la capital administrativa del Departamento, la que quedaría casi tan cerca del aeropuerto como Cali, construyendo allá la vivienda e infraestructura necesarias para los que tendrían que desplazarse definitivamente, para beneficio de Cali. Desde luego habría que replantear y terminar la “Falla” vial del Valle con autopistas de verdad y echar a andar un tren de cercanías de Santander (Popayán) a Cartago (Pereira).
Y hay que entender nuestros ejidos como un problema de ciudad antes que de vivienda (como también se ha insistido aquí), y que la (mal) llamada de interés social debe estar cerca al centro por obvias razones de transporte y acceso al equipamiento existente y, en últimas, por la crisis medioambiental que se viene. Hoy la densidad de Cali es mas baja que nunca por sus muchísimas casas de uno o dos pisos y sus lotes de engorde y construcciones abandonadas. También habría que pensar que redesarrollar su centro puede ser ahora un mejor negocio, a lo que desde luego debe contribuir el Estado, y no como los que con poca imaginación y mucha ignorancia han considerado demoler el Colegio de la Sagrada Familia o el Aristi, por ejemplo, para hacer centros comerciales, imitando a los “calibanes” que acabaron con el Club San Fernando. Afortunadamente ya no lo podrían hacer gracias al Acuerdo 0232 de 2007 para la protección de patrimonio urbano-arquitectónico de Cali, que ojalá el Alcalde, quien es quien debe mandar aquí, haga cumplir.
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