Ya vivimos casi todos en ciudades pero aquí no podemos caminar en ellas con placer, eficiencia y seguridad. No solo la policía es insuficiente, y en buena parte dedicada a cuidar funcionarios y resistir en los pueblos a las FARC, sino que no hay buenos andenes. Pese a que para ir de un sitio a otro la mayoría comenzamos o terminamos caminando, no los echamos de menos pues nunca los tuvimos. Creemos que hay problemas mas graves, y que una buena calidad de vida solo la podremos alcanzar en el cielo. Y a los terratenientes, contratistas, funcionarios, concejales y alcaldes, que son los que hoy deciden nuestras ciudades, tampoco les interesan los andenes, y por lo demás poco caminan pues van en carros blindados de un garaje a otro. Prefieren puentes que puedan inaugurar rápido, aprovechando que nadie ve lo feo que invaden el espacio urbano público y que por lo contrario los consideramos progreso y modernidad, aunque la mayoría no serian necesarios si hubiera semáforos coordinados y con tiempo para los peatones, viejo, económico y generalizado sistema que aquí nunca implementamos.
Miopía que viene desde nuestra separación política del Imperio Español, producto de la conquista y colonización del Nuevo Mundo, pues de inmediato pasamos a manos de Inglaterra y Francia nos bautizó como latinoamericanos para tenernos bajo su influencia cultural, tanto que el francés de la Ilustración (pero no el uso de la razón) fue obligatorio en nuestros colegios hasta mediados del siglo XX. Nos olvidamos de nuestras bellas calles paramentadas coloniales y adoptamos bonitos antejardines, avenidas y bulevares y volvimos parques nuestras plazas. Después de la II Guerra Mundial importamos autopistas de mentiras, feos puentes sin río,“torres” innecesariamente altas, voladizos invasores, zonas verdes residuales, centros comerciales que reemplazan a los de verdad, y el ingles de los negocios e intereses de Estados Unidos. Y ahora nuestro futuro, sin remedio urbano, depende de su inútil e impuesta penalización de las drogas, que ha permitido la supervivencia de las FARC, el ELN y las AUC, tan campesinos como nuestra ignorancia de las ciudades.
La mayoría de nuestros políticos, intelectuales y columnistas nos las ven si no apenas lo que pasa en ellas. Hablamos de movilidad urbana pero olvidamos que los andenes son parte fundamental de unas calles que aquí solo se conciben para los carros. Pasamos por alto que también se podrían hacer por valorización y que representarían mas contratos para repartir y generarían mas empleo que los puentes. Pero permanentemente nos quieren embarcar en ellos para que sufraguemos las ganancias de contratistas y cementeras mediante ese impuesto indirecto tan mal usado últimamente pues se volvió un negocio. Y nunca se consideran en los foros sobre infraestructura vial, como pasó recientemente en Cali. De nuevo olvidamos que para recuperar nuestra ciudad hay que mejorar primero sus andenes -y enseñarle a los caleños a usarlos-, y así poder comenzar recobrar la calidad de la única vida que tenemos a nuestro albedrío en este valle que siendo un paraíso lo estamos volviendo de lagrimas a base de ignorancia, apatía, mentiras, codicia y modas pasadas de moda.
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