Explica
Rodolfo Llinás que la visión no es un acto inmediato, sino un acto de relación
entre la información suministrada por otros sentidos, la memoria y la nueva
información visual percibida (Pablo Correa, Rodolfo
Llinás / La pregunta difícil, 2017, p. 53). Y, más adelante concluye que
“vemos porque tenemos receptores de luz en los ojos; escuchamos porque tenemos células
auditivas y sentimos porque tenemos receptores en la piel. Pero no tenemos
receptores para el tiempo”. Y afirma que la percepción del tiempo está
confinada dentro de nuestro cerebro, y pregunta a continuación ¿cómo podemos
saber cuánto duran las cosas? (p. 158).
Pero el hecho es que vemos pasar el
tiempo al atardecer, oímos el trueno después de ver el rayo, sentimos el abrazo
al verlo venir, y el imperceptible movimiento de las sombras de los edificios
deja ver el paso del día y su desaparición la llegada
de la noche. Ya Leonardo da Vinci (1452-1519), siguiendo a
Vitruvius, vio que la arquitectura y el cuerpo humano están íntimamente
relacionados. La arquitectura le construye espacios para que habite
poéticamente a lo largo de recorridos que miden el tiempo al deparar sorpresas,
evocaciones, alegrías y emociones. Como dice Xabier Favre “toda arquitectura es
un encuadre del movimiento” (El Malpensante Nº176,
2016, p. 57), y “el hombre de la ciudad toma […] posesión del tiempo…” ajusta
Jaques Attali (Historias del tiempo, 1982, p. 115).
Además, ciudades y edificios recuerdan
otros edificios y ciudades, actuales como anteriores en la historia pero presentes
en la memoria. De ahí, la importancia de
conservarlos y no apenas los más simbólicos, los que constituyen la imagen
colectiva que se tienen de la ciudad, sino igualmente aquellos que identifican
sus sectores, barrios y calles. Imagen que, como tanto se ha repetido en esta
columna, ayuda a una mejor convivencia de sus habitantes al poder identificarse
con su ciudad. Alterarla, dejándola sin historia en el tiempo ni marcas
reconocibles en el espacio, como en Cali para los Juegos panamericanos de 1971,
perturba el comportamiento cívico de los habitantes.
Igualmente desde su inicio la
arquitectura ha sido un medio de expresión y
construcción de hitos para generar creencias o para señalar en el
territorio lugares sagrados y servir de orientación en el paisaje, en especial
en las planicies extensas. Después, torres y cúpulas señalaron los lugares de
las ciudades y, actualmente, en las más grandes, muchas de ellas en sitios
planos, sus edificios son hitos urbanos que sirven para orientarse y no perder
el tiempo. Afortunadamente en la mayoría de las ciudades colombianas existe
altos cerros que permiten hacerlo, o de otra manera estaríamos perdidos en
nuestras propias ciudades, dado la sistemática demolición de su patrimonio
cultural construido.
Por eso lo más importante en su
conservación es no alterar su imagen y volverlos irreconocibles. Como ha sido
el caso extremo de Cali, que en poco mas de medio siglo se ha cambiado su
imagen radicalmente tres veces, hecho agravado porque la mayoría de sus
habitantes actuales son recién venidos a la ciudad. De nuevo tiempo y
arquitectura van juntos, y no en vano esta trata de espacios que generan
volúmenes, y unos y otros al recorrerlos crean imágenes sucesivas. Del latín, imāgo, -ĭnis, es la figura, representación, semejanza y apariencia
de algo (DLE), que vemos con la información
suministrada por otros sentidos, la memoria y la nueva información visual
percibida, como dice Llinás.
Comentarios
Publicar un comentario