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Un ejemplo. 19.05.2011

       El acierto de nuestra arquitectura ahora depende de la sostenibilidad de los edificios y del respeto a nuestros entornos naturales y urbanos. De que sus formas surjan de nuevo también de técnicas y funciones y de la realidad de nuestros climas, paisajes y ciudades, y de que sea mas ética y profesional. Justo lo que aporta la obra de Rogelio Salmona, la que se puede ver expuesta en La Tertulia. Después de casi 10 años con Le Corbusier, en 1958 rompe con la ortodoxia de la arquitectura moderna. Como dice Ernest Gombrich (Historia del Arte, 1989), el impulso a diferenciarse puede no ser lo principal pero raramente falta en un artista. Igual que Luís Barragán o Geoffrey Bawa y tantos otros en el tercer mundo, busca y encuentra una arquitectura propia. Parte del empleo y enriquecimiento de los medios estéticos, siguiendo a su maestro Pierre Francastel. Valora nuestro patrimonio construido, considera nuestros climas, califica nuestros paisajes y usa materiales locales y tecnologías posibles. Reinterpreta poéticamente la tradición para hacerla partí­cipe de nuevas situaciones.
          Su citado artículo sobre el proyecto de Fernando Martínez y Guillermo Avendaño para el concurso del Colegio Cifuentes (Semana, 1958), anticipa su trabajo posterior, centrado en lo local y lo universal, lo tradicional y lo actual. Con este manifiesto de la arquitectura del lugar inicia un largo proceso de búsquedas, encuentros y síntesis, similar al de Frank Lloyd Wright, con un propósito social, y en últimas político, sin contradicción entre modernidad e identidad. Sus recursos son en parte contrarios a los que Le Corbusier usó para diferenciarse de lo premoderno. Sus edificios no están sobre “pilotis” si no que salen del piso, no hay plantas libres sino cortes, que buscan cambios de nivel, las ventanas pasan a ser cuadradas, como en Aldo Rossi, y no apaisadas, y la azotea islámica remplaza el techo jardín, que regresa a la tierra acompañando siempre su arquitectura. Solo se conserva la gran “promenade architectural” pero su recorrido se acoda, es diagonal u oblicuo, o incluso se curva, y el ladrillo visto de Alvar Aalto reemplaza al muro blanco mediterráneo.
          Casi cada diez años logra una síntesis, y las dos primeras se suman en la tercera y la cuarta, y esta anticipa la quinta. Las Torres del Parque  (1964-70) se curvan sobre la neo mudéjar Plaza de Toros de Bogotá y responden al paisaje andino y al entorno urbano con el escalonamiento y abaniqueo de sus terrazas. En la Casa de Huéspedes (1980-81) los patios son coloniales pero de tropicales muros de vanos mayas, y estanques y atarjeas que recuerdan a La Alhambra, mientras la piedra, la rampa y las bóvedas rebajadas son de la arquitectura militar de Cartagena. En el Archivo General de la Nación (1988-89), repite nuestras manzanas coloniales, pero el patio es circular y se cruza en diagonal, y tiene, invertidos, los grandes arcos de Louis Khan. En la biblioteca Virgilio Barco (2002), es nuevo el hormigón a la vista pero las cubiertas son inclinadas como en sus casas iniciales. Allí está todo lo anterior y se anuncia el Fondo de Cultura Económica de México (2008) con sus rampas y patios circulares, uno de agua como en un carmen granadino, y su mágico paramento porticado.

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