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Votar: derecho/deber. 16.10.2019


    Que haya candidatos a las elecciones con problemas judiciales sin resolver, que podrían ser destituidos antes de terminar su mandato, y que lo aprovecharían para limpiarse las manos con el erario, o que ciudadanos que votan por el menos malo en contra del peor, o que cada cuatro años no votan (porque para qué o no saben cómo) lo que no es tan difícil de entender viendo las consignas de muchos candidatos, debería llevar a pensar en que el voto es un derecho pero a la vez en ciertas circunstancias un deber, y que votar en blanco es más responsable que abstenerse. Afortunadamente cada vez hay más ciudadanos que lo entienden así y sería un triunfo que por fin la mayoría votara.

     A los candidatos hay que exigirles conocimientos y experiencia en lo urbano entendido como ciudad y ciudadanos, y propuestas al respecto. El caso es que los malos alcaldes elegidos en las últimas décadas son responsables del pésimo diseño y control de lo urbano arquitectónico en sus ciudades, como en Bogotá a los que les parece irrelevante si el metro es elevado, subterráneo o a nivel; o, como es el caso de Cali, en la que al parecer poco les interesa que podría ir a nivel junto con una autopista urbana, un par vial, ciclovías, pórticos y amplios andenes bajo la maravillosa alameda de la que ya se ha hablado en esta columna; y lo que significaría para la mejor calidad de vida de los caleños.
 
    Su historia es que los VI Juegos Panamericanos se aprovecharon para sepultar a espaldas de los deportistas el plan de Winner y Sert de 1949, y se demolió todo lo que se pudo en aras a su supuesto progreso y dizque para modernizar la ciudad, pero sólo quedó el de control de la movilidad, los usos del suelo y la seguridad. Y hoy a más ciclovías más accidentes pues muchas veces están mal diseñadas y peor señalizadas y que la atarvanería de los carros y motos existirá en tanto no haya un buen diseño, demarcación y señalización en todas las vías, y andenes decentes para que la gente no se vea obligada a caminar por las calzadas, las que vergonzosamente son en muchos casos más seguras.

    Y lo peor es que no se entiende que un verdadero Plan de ordenamiento territorial, POT, tiene dos caras que hay que contemplar al mismo tiempo: la movilidad en la ciudad y su área metropolitana, y los usos del suelo y su ocupación en primer piso y altura, y que en todos sus diferentes aspectos hay que analizarlos desde la geografía, la historia y la antropología, y no sólo desde la economía y la sociología, y siempre a la luz del cambio climático. El mismo en que muchos no creen y del que los candidatos no hablan, como sería lo indicado, pese a que cada vez son más los datos científicos que demuestran los aportes mayoritarios de las ciudades al mismo y cómo ya las está afectando.

    Es decir que hay que analizar todos sus diferentes aspectos desde la verdadera política, no la politiquería de muchos de sus protagonistas actuales, y los que creen que votar en blanco es botar el voto pasando por alto que uniría la opinión de los que no están conformes con la pobreza de las propuestas o su oportunismo. Pero lo que es difícil es tratar de que lo entiendan los que prostituyen su voto y lo venden al mejor postor pues para ellos el voto no pasa de un negocio y no se percatan de que es uno pésimo. Y a los que se atienen a lo que les dicen y no a lo que leen pues no pasan de las páginas de la farándula y los deportes hay que educarlos para lo que hacen falta mucho más que mejores alcaldes.

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