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Las leyes de la naturaleza humana. 18.11.2020

 Las personas que viven acomodadas a los usos y costumbres de la ciudad, como el DEL define ‘urbanita’, son seres sociales que siguen la leyes como señala Robert Greene en su libro de 2018; “la que es más fuerte que cualquier individuo, institución o invento tecnológico [y] determina lo que creamos” (p.21). Sin embargo, considerar otras posibilidades y enfoques alternos “es la esencia del pensamiento creativo” (p. 24). Como Pericles en la reconstrucción de la Acrópolis al optar ampliar el viejo templo, el Partenón actual encomendando a Ictino y Calícrates, bajo la supervisión de Fidias, el gran escultor, en lugar de levantar uno nuevo (p. 29).

“El primer paso para ser racional es comprender nuestra irracionalidad fundamental”, advierte Green (p. 38), lo que comprenden los urbanitas después de generaciones adquiriendo cultura urbana para comunicarse con los demás ya que, según Green, más del 75% de la comunicación humana no es verbal y solo se capta e interioriza el 5%. “Por eso concedemos más atención al terrorismo (dolor inmediato), sin duda digno de nuestro escrutinio, que al calentamiento global (dolor distante), pese a que representa un peligro mayor, ya que pone en riesgo la supervivencia del planeta” (p. 184) y la depredación del medio ambiente continúa a pesar de la supuesta conciencia del problema.

“Aprendemos a crear la fachada apropiada […] encajar en la cultura del grupo [y] desempeñar nuestro papel” señala Green (p. 98) a lo que habría que agregar que el lenguaje corporal en el espacio urbano público es más diverso y cambia más rápido que en el campo, y que “las culturas más célebres y saludables han sido aquellas que han alentado y explotado la mayor diversidad internas entre los individuos” (p. 410) lo que, precisamente se da en las ciudades que es en donde los seres humanos, se transforman en urbanitas que es lo que en últimas puede diferenciarlos de los demás animales y no sólo el lenguaje, su percepción visual, y el ser bípedos y así poder disponer de las manos al caminar.

Un largo proceso que comenzó en Mesopotamia hace diez mil años con las ciudades y aún sin terminar en casi la mitad del mundo actual, como sucede en Colombia que apenas va para un siglo que comenzó a pasar de ser un país mayoritariamente campesino a serlo urbano. Pero como dice Robert Green no podemos huir del momento histórico en que nacimos ni simple y equivocadamente ignorar la historia al considerarla irrelevante para la experiencia presente o por lo contrario no comprobarla, pensando, y darla siempre por cierta sólo creyendo, pero sobre todo no olvidar que puesto que “estamos encerrados en este momento […] debemos vivirlo” (p. 609). Aquí y ahora toca pues.

Realidad que además contiene elementos “sublimes, hermosos y dignos de asombro” como enfatiza Green (p. 426). Y que no siendo posible regresar al campo hay que aprender a compartir las ciudades con los otros, educando para convertirnos en urbanitas/sociales y entender que las ciudades son las calles, plazas y parques que conforman su espacio urbano de uso público, y respetar la intimidad de los espacios urbanos y arquitectónicos de uso privado, la otra cara de la ciudad, una creación muy humana, lo que aún no se entiende a fondo aquí, como en Cali y su ruido ajeno, acoso en las vías, vergonzosa carencia de andenes y la inseguridad que oculta la importancia de las anteriores.

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