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Divertimento en casa. 17.02.2021

 Cuando llegaron los primeros maestros a la Casa de la Queja para hablar con Vitruvius de la utilitas, firmitas y venustas, y se comentó que eran pocos, Mies van der Rohe sentenció: “Menos es más”, pero Robert Venturi reviró: “Menos es aburrido”, mientras que Oscar Niemeyer se acercaba bailando un ‘poema da Curva’. Es “el pálpito del lugar” comentó Rogelio Salmona y Josep Llinàs acotó: “Noche y Día”, en tanto que Geoffrey Bawa admiraba el patio, sus aguas, plantas y pájaros mientras Severiano Porto le susurraba al oído: “La naturaleza crea, el arquitecto integra”, y Germán Téllez tomaba bellas fotos. Entonces Álvaro Siza saludó a todos: “Todas las ciudades son mi ciudad”.


Frank Lloyd Wright comenzó: “Todo gran arquitecto, necesariamente, es un gran poeta… un gran intérprete original de su tiempo”, y Le Corbusier aclaró: “Clima, paisaje y tradiciones”; Bruno Stagno y Jimena Ugarte subrayaron que en el trópico “lo primero es un cambio de actitud”, Alvar Aalto recordó, alzando su whisky, que “la arquitectura tiene un motivo… crear un paraíso”, es “La humanización de la arquitectura”; Johannes Duiker habló de “La nueva objetividad” y Louis Kahn subrayó que “la arquitectura no existe, sólo la obra existe”; pero “la buena arquitectura puede ser escrita”, dijo Adolf Loos, y Rafael Moneo lo simplificó: “El sino de la arquitectura es cambiar”.

A continuación Jesús Tenreiro dijo que “en arquitectura no podemos reducir las cosas exclusivamente a la geometría: existen de la misma forma la atmósfera, el halo y las emociones; es imperante introducir la escala, la escala humana como una necesidad del alma”. “El hombre es nuestra principal unidad de medida”, afirmó José Antonio Coderch, y Glen Murcutt que “debe ser una respuesta no una imposición”. ¿Por qué? preguntó Mario Botta tal vez evocando a Cali, como le dije a Claudio Connena cuando me recordó cómo se escribe Kahn, y Charles Correa contestó: “Si sabes cómo hacer las preguntas correctas, desarrollarás tu propia filosofía y tu propio vocabulario visual”.

“La arquitectura comienza donde termina la ingeniería”, terció Walter Gropius, “es la ponderadora creación de espacios”, agregó Kahn, y Rogelio Salmona, que es la “permanente recreación de lo que otros ya han creado”. “Es sobre la organización del espacio”, aclaró Fernando Távora, y “contra la indiferencia como norma”, agregó Rafael Moneo. “Siempre desde el contexto”, exclamó Carme Pinós sonriéndole a Jimena Ugarte y tal vez pensando en la joven que aparentaba ser un alarife para poder trabajar con Mimar Koca Sinan en ‘El arquitecto del universo’ de Elif Shafak; ¡Sí!, exclamó Marta Traba. Entonces Luis Barragán habló de “la misión espiritual de la arquitectura”.

El arquitecto debe ser un “superprofesional”, concluyó Severiano Porto, y Richard Neutra agregó que "si hay que diseñar para la gente, es imprescindible observarla, comprenderla y simpatizar con ella".
“Modernidad y Geometría Clasicista”, dijo Giuseppe Terrgani. “El hombre es nuestra principal unidad de medida”, subrayó José Antonio Coderch.
“La Tecnología como base de la Poética”, añadió Amancio Williams y Ralph Erskine dijo: “Arquitectura Bioclimática y Participación”. Al despedirnos Carlos Morales recordó que en Isthmus nos recordaban, y Willy Drews, que para Kenzo Tange “Lo único que sabemos de la ciudad del futuro es que nos tocará convivir con las ruinas del presente”.

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