El libro de Violet Moller, La ruta del conocimiento / La historia de cómo se perdieron y redescubrieron las ideas del mundo clásico, 2019, un conveniente complemento de El infinito en un junco, de Irene Vallejo, centrado en Grecia y Roma, dejan en claro cómo llegó el conocimiento a Europa, y el de Hugh Thomas, El imperio español, 2010, cómo se trasladó a la que habría que llamar la América Española, y aquí va de norte a sur y regresa cuando ya casi todo llega del norte, de Estados Unidos, y de allí de nuevo a Europa, y ya juntos a todo el Mundo. “Pero no resulta tan fácil comprender por qué el legado de la ciencia islámica ha sido olvidado en gran medida en Europa” (Moller, p. 314).
Esta es a grandes rasgos la historia del conocimiento y, generalmente, poco se menciona su geografía y en ella las ciudades, pero Violet Moller sí subtitula su libro: A History in Seven Cities. Alejandría, Bagdad, Córdoba, Toledo, Salerno, Palermo y Venecia. “Todas y cada una […] poseían una topografía y un carácter particulares, pero todas tenían en común las condiciones que permitieron el florecimiento del saber: estabilidad política, un suministro regular de medios económicos y de textos, un grupo de personas de talento interesadas en ellos, lo que es más sorprendente, un ambiente de tolerancia y una actitud de aceptación.
En Bagdad, al-Mansur “creó una singularísima ciudad circular, como no había otra en ningún lugar del mundo” (p. 91). “Al igual que Bagdad y Córdoba, Venecia distribuyó los distintos tipos de manufacturas por zonas, división para la que resultaba perfectamente adecuada su estructura de islas, que facilitaba esta forma de planificación urbana, toda una novedad en la Europa de la época” (p. 270). El obispo de Salerno, Alfano, “un poeta consumado, supervisó la edificación de una nueva catedral, además de ser un médico de talento” (p. 210). Y como escribió al-Maqqari “en Córdoba y Toledo, se reunieron y se conservaron […] los rescoldos […] de la erudición griega” (p. 160).
Son siete ciudades que dejan en evidencia que: “El relato de la historia de la ciencia parecía limitarse a lo siguiente: ‘Existieron los griegos, luego vinieron los romanos y por fin el Renacimiento’ saltándose como si nada los mil años transcurridos entre medias” (p. 21); es el llamado eurocentrismo que, junto con el cristianismo excluyente, ayuda a explicar el por qué siempre: “Los descubrimientos científicos verdaderamente revolucionarios, aquellos que inician un cambio paradigmático, son casi siempre rechazados de inmediato (sobre todo por las autoridades religiosas), antes de ser comprobados de forma gradual, perfeccionados, y aceptados lo largo de un dilatado periodo” (p. 320).
Así, los temas del conocimiento en que se centra Violet Moller: matemática, astronomía y medicina, difíciles de controvertir, lo son permanentemente en la arquitectura y urbanismo actuales; y es el caso de Colombia al ignorar las ventajas de su geografía andina y tropical, como lo es la posibilidad de hacer muchas pequeñas hidroeléctricas para generar energía limpia sin alterar territorios ni paisajes; o el disponer todo el año de casi 12 horas de iluminación natural, y de climas fáciles de controlar, en general, sin aire acondicionado ni calefacción, por lo que continúan pertinentes los aciertos de la arquitectura hispanomusulmana del Califato de Córdoba del que habla Moller.
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