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No confundir... 12.05.2021

En una verdadera democracia ¿una utopía? los ciudadanos tendrían derecho a agruparse (para protestar o exigir algo sobre algún asunto), mediante paros, plantones o marchas; pero no a impedir la movilidad en las ciudades, o entre ellas, ni a imposibilitar el acceso a los edificios, ni a perturbar la tranquilidad por las noches.


Y cuando se tolera el vandalismo y la violencia o, peor, se lo incita, las protestas se invalidan, y no solo pierden su razón de ser sino que hacen que aumenten los que están en contra; y, por otro lado, es deber del Estado prevenir estos lamentables actos, proceder a impedirlos y judicializar a los responsables de ellos, tanto a sus actores materiales como a los intelectuales.

Lamentablemente en Colombia la Policía no es suficiente y aún más en Cali, y sobre todo no está adecuadamente equipada ni entrenada para estos casos, por lo que su intervención ocasionalmente genera más violencia. Por otro lado, en Cali no se ha establecido en cuáles espacios urbanos públicos se pueden realizar los plantones, como tradicionalmente los hay en muchas ciudades, el primero de los cuales aquí debería ser la Plaza de San Francisco, ni tampoco por cuáles avenidas se pueden realizar las marchas sin comprometer la movilidad en la ciudad (alternativas viales que no se consideran en sus planes de ordenamiento, POT) y de esta manera impedir así su ilegal proliferación en otras partes.

De otro lado, el que se hubiera programado el paro del 28 de abril en plena pandemia, claramente inoportuno en estos momentos, evidencia de entrada su carácter taimado y subversivo, junto con el terrorismo que lo secunda o aprovecha. Y está también la torpe propuesta de reforma tributaria por parte del Gobierno, y la que no se hubieran tenido en cuenta las consecuencias inmediatas y posteriores del paro, ni las circunstancias mismas del país al estar este en medio del narcotráfico, las disidencias de las Farc, otras guerrillas activas, la delincuencia común y, sobre todo, la precaria realidad socioeconómica de muchos colombianos, la que propicia su inútil anarquía.

Están, afortunadamente, esos ciudadanos, mujeres y hombres, jóvenes y mayores, que han impedido que se infiltren terroristas en sus marchas pacíficas de protesta, o devuelto lo que los ladrones han saqueado; los que organizaron después marchas de protesta contra el vandalismo y la violencia, y se respete a la ciudad; los grupos de vecinos que barren las calles y juntan los escombros y restos dejados por los terroristas para facilitar la circulación de vehículos; los vecinos de San Antonio que solo sacan sus basuras cuando se le informa que van a recogerlas; y los que responsablemente procuran continuar con sus trabajos, estudios y recreación respetando las regulaciones al respecto.

Finalmente, no hay que confundir tolerancia con democracia: esta es una forma de organización del Estado en la cual las decisiones colectivas son adoptadas por el pueblo, mediante mecanismos de participación directa o indirecta que confieren legitimidad a sus representantes, en procura de una forma de convivencia social en la que los miembros son libres e iguales y las relaciones sociales se establecen conforme a mecanismos contractuales. Por eso es inaplazable que todos los habilitados para votar en las próximas elecciones lo hagan por las propuestas y la idoneidad de los candidatos que las proponen, o votando en blanco cuando sea urgente encontrar otros mejores.

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